Toma tu diploma y cállate la boca.



Te cuento algo muy rápido que he visto esta mañana investigando en sectores de desarrollo personal y demás.

Ojo.

Aunque te niegues a leer otro libro de autoayuda, o no te creas la mitad de las caras sonrientes que te cuentan que cuando piensan en su vida lloran de alegría.. igual te dice algo.




Una carta de ventas de un curso de coaching contaba:


“✘ Muchos sienten que la competencia les «come» y que no se distinguen del resto de profesionales.

Luchan por diferenciarse del resto, pero no saben muy bien qué hacer. Por eso mismo, buscan una formación que les dé acreditaciones de ámbito internacional, y así darle un impulso a su carrera.


Vaya por delante que a mí las acreditaciones de ámbito internacional ni me molestan ni me dejan de molestar.

Pero puede que a veces el camino largo acabe en un espejismo.

Nada en contra del camino largo, los mejores caminos son largos,

pero del espejismo sí.




A mi abuela la sacaron a los 8 años del colegio.

Hoy, hay gente con casi 30 que todavía está apilando diplomas, cobrando en prestigio o buscando ese máster que los vaya a diferenciar sin haber puesto un pie en un trabajo.

La zanahoria, hoy, es un diploma.

¿Pensar en vender lo que hago?

No, eso no.

Mejor apilo otro máster más.

Y ojo,

Muchas profesiones necesitan demostrar que saben ciertas cosas, por supuesto que sí.

Otros quieren cambiar de rumbo y sacan horas de donde sea para hacer formaciones, por supuesto que también.

Pero si un coach necesita que el diploma le cuelgue detrás de la pared y que se lo miren en las reuniones de zoom para “diferenciarse del resto” a ver si lo contratan, entonces su problema no es el diploma.

Su problema es que no sabe comunicar el valor de su trabajo.

Su problema es de ventas.


“Mejor eliminar a otros artificialmente con la medalla, que demostrar que sé de lo que hablo.”

(Y quizá ni así lo consigan)




Si nadie piensa en su cliente, casi fijo que ganan los guapos o los de los diplomas.

Somos así.

Pero si uno se baja 2 puntos “el egocentrismo/miedo del coleccionista” y se pone a ver qué puede hacer por el otro, pues lo mismo su cliente deja de mirarle los diplomas, y se empieza a mirar a sí mismo.

Y ahí puede haber progreso.
 
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