Vivimos en modo ahorro de batería: cómo aprovechar eso

Sucede más o menos así:

1. Vas con unos amigos a un restaurante que no conoces mucho.

2. Pides la carta (o peor, escaneas el código QR)

3. La carta tiene varias páginas.

4. Quieres cerrar la carta.

5. Un amigo te pregunta: “¿Qué te apetece?” y te reclinas en la silla al mismo tiempo que dices que elijan ellos que a ti te da igual.




(Aquí vas de abierto de mente y de flexible, pero en el fondo no es así)




6. A tus amigos también les da igual, mientras se pidan los huevos rotos con jamón.

7. Viene el camarero.

8. “Si puedes, tómate nota de las bebidas y nos dejas 2 minutos más, que no lo hemos decidido”–le dices.

9. Sigues hablando de otra cosa.

10. Quizá le pides otro tiempo muerto al camarero.

11. Pasas un rato regular eligiendo (porque tienes que comer)

12. Pides sin mucha ilusión ni convencimiento.

13. Esperas lo mejor.

14. Sorpresa o no.




Vale.

Eso es lo que hacen los bares y restaurantes que más difícil se lo ponen.

Que más difícil se lo ponen tanto a ellos mismos como a sus clientes.

Ellos tienen más oferta y deben cubrirla.

¿Y sus clientes?

Tienen una peor experiencia y deben soportarla.

Se lo están poniendo difícil.

Y en este sentido, cuando se lo pones difícil a tus clientes, les estás empujando fuera de tu negocio.

Igual crees que no.

Pero la realidad es que sí.

No es personal.

Es así.

Y no hay que ser campeón de ajedrez para imaginarse que esono ayuda demasiado a facturar más.




En fin.

Esto te lo cuento porque se lo he comentado a un cliente que tiene varias casas rurales y muchísimas actividades que hacer en ellas.

¿Qué hace entonces?

¿Quema una actividad?

¿Dos?

¿Una casa?

¿Dos?

Nada de eso.

Sabiendo cómo funcionamos los monos trucados (es decir, la gente) pues se estructura todo de tal forma que nadie pase un mal rato y quieran:

1. Conocer esas opciones.

2. Hacerlas con ilusión y con convencimiento.

hay algo más aquí