En este email puede que se encuentre una de las formas más potentes que existen de convencer a alguien de que haga algo. Está camuflada en una de las polémicas más calientes que vivimos hoy: Vacunarse o no. Y la verdad, entre esta y aquella de cambiar “matria por patria”, pues mejor comentamos esta. Bien. Si uno mira bien, verá que la vacuna no es más que una venta. ¿De la farmacéutica al país a cambio de dinero? No. Mejor aún: Del país a ti, aunque te la pongan “gratis”. ¿Qué pasa entonces? Que el gobierno puede tener un problema muy grande de ventas, porque hay gente que piensa que quizá esto es prematuro y otros que han reaccionado rápido. Gente que ve más la tele y gente que la ve menos. Gente de un perfil, gente de otro. Gente que confía en lo que le dice un político y gente que no. Y gente que anteayer decía blanco y hoy te grita “negro”. Gente. Gente respetable. Claro, el gobierno puede venderla con miedo (“No te mueras tú”) o con responsabilidad social (“No mates a tu abuelo”)… Y si no funciona, pues también con previsión de chantaje vacacional: “Mira, o te la pones o lo más lejos que te vas es a Torremolinos” Los puntos de dolor son varios. Todo bien. Claro, ahora tú tienes que decidir si te fías de lo que dicen los laboratorios o de lo que tú ves con tus ojos. Unos te dicen que si el 95% de efectividad. Y luego ves a varios de tu círculo ya vacunados no sólo contagiándose, sino contagiando… Entonces es raro. Porque tú puedes no comprar aún, y la cosa sea como cuando tu madre te decía: “Haz lo que quieras” Y tú sabías en ese momento que podías hacerlo todo menos lo que querías, porque si lo hacías te ibas a cagar. Ella te quería y te lo demostró, y si te mintió con lo de los reyes magos fue porque quería verte ilusionado. La crees. Pero como no sabemos si el Estado te quiere o no porque lo demuestra de otra forma, tampoco sabemos si nos mintió con lo del “comité de expertos en desescalada” para darnos una alegría. Nos cuesta tenerlo igual de claro. Pero volviendo a las ventas: El maestro Kundera ya nos habló de la importancia de no perder el control de la realidad. De lo peligroso que era que alguien te contara algo que no podías verificar por tu propia experiencia. Porque es mejor que lo tengas claro que hacer un acto de fe. Hasta ahí bien. Entonces él explicaba la diferencia entre la realidad de antes y la de ahora: “(La realidad) hace ya mucho que no es lo que era para mi abuela, que vivía en un pueblo de Moravia y lo conocía aún todo por su propia experiencia: cómo se hornea el pan, cómo se construye una casa, cómo se mata un cerdo y se hacen con él embutidos, qué se pone en los edredones, qué piensan del mundo el señor cura y el señor maestro; Todos los días se encontraba con todo el pueblo y sabía cuántos asesinatos se habían cometido en los alrededores en los diez últimos años; tenía, por así decirlo, un control personal sobre la realidad, de modo que nadie podía contarle que el campo moravo prosperaba cuando en casa no había qué comer.” Y luego nos hablaba de la nueva realidad, la que nos ha tocado: “Mi vecino de París pasa su tiempo en una oficina en la que está ocho horas sentado frente a otro empleado, después coge su coche, vuelve a casa, enciende el televisor, y cuando el locutor le informe del sondeo de opinión pública según el cual la mayoría de los franceses ha decidido que su país es el más seguro de Europa (no hace mucho leí semejante sondeo), abrirá de pura felicidad una botella de champagne y jamás sabrá que ese mismo día se cometieron en su calle tres robos y dos asesinatos.» Pues eso. Que tú puedes dibujar la realidad que tú quieras. Pero por si acaso prefieres construir una que dispare tu credibilidad y genere confianza: Hay algo más aquí |
Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.