Te voy a contar una historia de un párrafo de Santiago Rodríguez, una eminencia de la publicidad en lengua hispana. De la publicidad que vende porque piensa. De la de foto bonita con el precio tachado no, de la que vende porque piensa. “Era de noche. Llovía a cántaros. Una niebla cerrada caía sobre la carretera. EI conductor del automóvil decidió guiarse por las luces traseras de otro coche. Siempre a la misma distancia le seguía. Como su sombra. De pronto el primer vehículo frenó y el segundo se empotró contra él. Su conductor descendió hecho un basilisco. –Pero hombre de Dios, ¿cómo se le ocurre frenar en medio de esta niebla? –¿Por qué no habría de hacerlo si he llegado a mi garaje?” El comentario final te lo cuento ahora, antes algo importante. Las ideas prestadas, los carros a los que nos subimos, la última colección de primavera-verano del gurú que toque ese año, los coches que seguimos en la niebla, tienen dos problemas. El primero esencial, y el segundo ciego. El esencial 1. Quizá no tiene sentido para lo que nosotros hacemos o queremos conseguir, de hecho, casi sería un milagro que lo tuviera. Porque en el caso en el que fuera una empresa parecida, con objetivos parecidos, clientes parecidos, …mmm bueno, te dejo adivinar qué puede ir mal. El ciego: 2. Asumimos que estamos copiando algo que al otro le funciona, y muchas veces no es cierto. O si hilamos más fino, si alguien con 100.000 personas de audiencia hace una campaña y consigue venderle al 0,5 o 1%, pues sigue. Pero si otro tiene a 1.000 y le vende al 0,5%, pues cierra. No hay más. “A veces en la creatividad, como en la vida, recorremos con precisión cada peldaño de la escalera para descubrir sólo al final que estaba apoyada en la pared equivocada”. –comentaba Rodríguez. Quizá en vez de poner el esfuerzo a remojo, merece la pena sentarse un poco a pensar en qué quiere nuestro cliente y cómo vamos a hacer que lo quiera más todavía para que no pase de largo. Aunque quizá no te parece rentable, y es mejor idea que te robe Amazon pero que al menos te deje vender al 0,5%. Hagas lo que hagas, decía Rodríguez al final de la historia: “Más vale que nos guiemos de nuestras luces, aunque sean las de posición, que seguir rutas ajenas.” Mucho más, aquí |
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