Pasó hace un año o así.
No puedo decirte quien es este chico por un tema de privacidad, pero su historia es acojonante.
Tampoco te puedo decir su nicho, mismo motivo:
Sería casi como dar nombres, el nicho es suyo.
Con saber que este chico hace unos dulces muy especiales es suficiente.
Vale.
Como te he dicho, este chico hace unos dulces muy especiales.
Antes de él eran imposibles.
Ahora son especiales.
¿Por qué?
Porque detectó en los dulces un problema que no tenía solución, y se puso a buscarla.
En su día, le contó sus planes a Ferran Adrià.
“Eso no se puede hacer”
Lo hizo.
Romperle los esquemas a un genio que se dedica a romperle los esquemas a la gente debe tener un nombre, pero no sé cual es.
El caso es que lo hizo.
Esas y otras cosas que hizo, abrieron un nuevo camino.
Pero ya te digo, yo no pude colaborar con él.
¿Por?
Su equipo quería centrarse exclusivamente en hacer publicaciones en Instagram y vender sus cursos por ahí.
Y eso, por supuesto, lo conseguirán con mucha gente que tenga la tarjeta en la mano.
Pero no todo el mundo tiene la tarjeta en la mano, ese es el chiste.
Hay gente con dudas.
Y si no haces nada con esas dudas, se las quedan.
– Un “¿a qué esperas?” nos puede parecer un gran gatillo de persuasión… pero igual no es suficiente.
– Un 20% de descuento en algo que no saben si quieren también… pero igual tampoco.
Mucha gente se iba a quedar ahí.
Y si no los puedo traer aquí, ¿qué hice?
Pues nada.
Hasta ahí, un fracaso que ocupa el 90% del email.
El 10% de acierto son los clientes que sospechaban que las fotos bonitas y las frases con gancho llegan hasta donde llegan.
Eso, y que quizá hay que hacer otras cosas.
No te voy a mentir, los valoro más porque trabajo con ellos, solo faltaba.
Pero también valoro que hayan podido sacar la cabeza del marketing que se hace hoy en España, que es pura ideología.
Cuando no funciona bien, resulta que en realidad sí funciona porque es “conciencia de marca”.
Pues vale.
