Todos sabemos que es muy importante tener una frase de Abraham Lincoln en el fondo de armario aunque no nos suene ni su película porque nunca se sabe cuando nos va a tocar ir de listos. Propongo esta: “Dame seis horas para cortar un árbol y me pasaré las cuatro primeras afilando el hacha.” Ya cumplido mi momento de gloria, te cuento por qué casi ningún texto de ventas te pega en la frente y en qué se parecen todos. Todos. Mira. Casi todos los problemas que tenemos cuando nos sentamos a escribir para tratar de que alguien haga lo que queremos que haga se reducen sólo a 2. Habrá una baraja entera, no te digo que no. Pero todos tienen dos colores. Dos colores. Dos errores: 1. No tener nada claro de lo que cuentas. 2. Tener más de una cosa clara de lo que cuentas. No llegar, o pasarse. La medida es uno. Sólo hay que tener una cosa clara. Volviendo a Lincoln. Podríamos pensar que cuando no afilas el hacha nada, el problema es que no tienes nada claro de lo que vas a contar. Y es cierto. Y también podríamos pensar que si estamos demasiado tiempo afilando el hacha tendremos demasiadas cosas claras, que nos perderemos entre mil opciones y que la terminaremos cagando igual. Y eso no es cierto. Cuando afilas el hacha pasas de no saber nada a saber demasiadas cosas. Y ahí puedes pensar que se acabó. (Pista: lo único que se va a acabar es tu campaña) Pero si sigues, pasa algo mágico. Algo que si te digo que no he visto en el 99% de negocios me estoy pasando de conservador. Es tener una cosa clara. Solo una p*ta cosa clara. Mucho más, aquí PD: Al resto que las fusilen. |
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