El otro día salí con una feminista radical.
No lo digo yo.
Lo dijo ella:
“Después de pensar mucho tiempo qué era, hoy lo más cerca de definirme es feminista radical”
Yo tenía claro que yo no podía sacar ninguna conclusión de eso.
Porque aunque no nos guste, cada palabra significa una cosa para cada uno y hay que preguntar para asegurarse:
– ¿Eres fan de Irene Mientero?
Me dijo que no la tragaba.
Me dijo que ella (como feminista radical) quería que a todo el mundo se le respetase y no se le discriminara sin importar:
– Lo que tienen entre las piernas.
– Lo que quieren de la entrepierna del otro.
– Lo que querrían tener en la entrepierna y no tienen.
Así que todo bien, me alegré de haber preguntado.
Empezamos a arreglar el mundo:
Yo, que llevaba un par de tintos de verano, le dije que en España nuestra mayor fortaleza es nuestra mayor debilidad.
¿Cuál es?
Los bares.
Es obvio.
Los bares son muy buenos para aprender de ventas pero muy malos para la venta.
Cuento lo malo.
Van un francés y un español:
El francés trabaja sus horas.
Gana más o menos bien.
Su jefe le respeta.
No hace mucho sol.
El ocio es caro.
No ve a sus amigos casi nunca y no puede expresar lo que le toca los cojones.
Un día, su presidente decide que baja unos euros el sueldo mínimo.
Ese día explota, baja a la calle y se arma la de Dios es cristo.
El español cobra digamos la mitad.
Va más horas al trabajo.
Su jefe le grita, lo merezca o no.
Acaba un día de mierda, se va con sus amigos a rajar a la terraza de un bar y hace terapia por lo que cuestan dos cañas.
Al día siguiente se despierta, abre la ventana y mientras le pega el sol en la cara se dice:
“Joder, qué bien vivimos en España”
Y nada cambia.
Y si cambiara ya no sería España y eso es lo más jodido de todo.
Que a uno se le acumule el dolor también puede ser bueno para el cambio.
Y saber qué decirle cuando eso pasa, puede ser mejor si tú vendes la solución.
Por si necesitas…