Suicidios de gente que quiere pareja y clientes.



Hay algo que la gente medio atenta puede aprender de las chicas medio guapas (o guapas enteras) y que les puede ayudar mucho a ver más clara la realidad de la atracción tal y como es.

Ojo, no como ciertas ideologías-del-paraíso-de-bazar-chino nos dicen que es.

Así no.

Sino a tratar de verla como la ve la gente que tiene dos ojos y dos orejas y está dispuesta a usarlos.

La mala noticia es que hay que pensar.

La buena noticia es que nos podemos ahorrar mucha indiferencia si adaptamos nuestros mensajes con esto en la cabeza.




Ayer estuve tomando algo en una terraza al sol con una chica que antes de venir al mundo se habría comprado algunos cupones para la lotería genética y le tocaron todos.

Pero todos.

Le dieron un pase accidental a ese reservado de zona vip en el que solo hay gente que sale en los videoclips de Ricky Martin, ya me entiendes.

Vino así, es lo que hay.




(Te pongo este ejemplo porque generalmente el nivel de atención que recibe una chica así, pues el 99,9% de hombres no podemos ni imaginarlo y se entiende mejor)




Esta chica me contaba algo curioso.

Le sabía mal admitirlo, pero algunas cosas que hizo con los chicos le hacían sentirse mal.


“A veces fui una cabrona con ellos… y eran buena gente”


Y lo cierto es que esta chica ni de lejos era una “cabrona”.

Y lo cierto también es que estos chicos serían buena gente, sí, pero verás que en el fondo eran unos falsos.

Lo que pasa es que las ideologías-del-paraíso-de-bazar-chino la confundieron.





(1º Aviso: cualquier parecido con la realidad de la mayoría de negocios online es pura “casualidad”.)




Esta chica me contó las cosas que los chicos que la acababan de conocer hacían por ella:


1. Uno le regalaba un DVD Disney cada vez que se veían porque ella le dijo que le gustaban las pelis de Disney.

2. Otro la invitó de viaje el fin de semana a los tres días de conocerla.

3. Y otro le preguntaba por su hija como excusa para hablarle en whatsapp.




“Todos acabaron bloqueados, ¿no?”–le dije.

Y me dijo que sí, pero que eso le hacía sentir mal.


“Eran buenos chicos en realidad, no sé por qué lo hice. Pero es que iban muy a tope, muy desatados. Y yo era como, eh, eh, un poco menos”


Ni ella sabía muy bien cómo funcionaba su mecanismo de filtro.


“Algo era raro, no sabía qué, pero no me cuadraba”


Sus sentidos habían visto A, B, y C.

Y A era no.

B era tampoco.

Y C era “ni muerta”.


¿Resultado?


Bloqueado “sin razón”.

Es lo que hay.




La triste realidad que esos chicos no lograban ver es esta:

Aunque ellos juraran que lo hubieran dado todo por ella, en realidad ella les daba absolutamente igual.

Les interesaba la idea de ella, ella no.

La idea.

Porque a ella no la conocían.

El concepto de ella sí lo conocían, pero a ella no.


(2º Aviso: cualquier parecido con “Mi prioridad son mis clientes, pero hablo de mí, de mis clientes no hablo” es pura casualidad)


Estos chicos la idealizaban, la veían como si fuera un ángel.

Y ella ni era un ángel ni era un dios.

Era una persona y aspiraba a que la trataran como tal.




Su inconsciente esto lo tenía muy claro, aunque luego ella buscaba razones lógicas para mandarlos a paseo, no las encontraba, y se sentía una “cabrona”.

Pero como la atracción no son razones, esos chicos pasaron a mejor vida.

(Menos mal, porque ella estaba delante de gente que no la veía, y eso huele y duele mucho. Como persona primero y como cliente después.)




Este matiz puede que sea una de las diferencias más grandes entre ser un niño y un adulto.

No lo sé, sólo lo sospecho.

Pero la diferencia entre vender poco o mucho más, eso sí que no lo sospecho.





A estos chicos, ¿alguna les dirá que sí?

Alguna.

(que tampoco les vea a ellos)

¿Será “alguna” un cliente sobresaliente?

Pues mira, igual no.

Mucho más, aquí

PD: Si quieres un mensaje serio y con los pies en la tierra, es arriba.