Sobre un DJ sordo arruinando su negocio en las Montañas.


Hace poco me fui a pasar el finde a Sierra Nevada con 6 amigos.

Conmigo 7: el número mágico de las ventas.

Ya en serio: cuando se juntan un grupo de chavales que crecieron juntos, por mucho que se acabe hablando de curro siempre se saca la parte animal que lleva uno dentro.

Normalmente la menos cívica.

(Nah, nos portamos bien: ni nosotros éramos ingleses ni las montañas son Benidorm.)




El après-ski es un regalo. Después de un día en las pistas, liberarte de unas botas cuyo efecto se convalida por 20 palazos en los tobillos pues… es especial.

Esa liberación da paso a otras liberaciones.

Y acabas en un garito de reggeaton bailando con más tablas que si vinieras de Puelto Rico.

La gente rondaba los 25-35. Como en las montañas hay buen rollo, le dijimos a la camarera si le podíamos pedir canciones y nos dijo que sí a condición de que fueran de reggaeton.

Menudo problema jajajaajja





Todo iba bien hasta que vino el jefe, un tipo de 50 y largos con camisa salmón que se puso en la cabina del DJ.

¿Qué podía salir mal?

Mira, no te sé decir qué canción puso primero, pero supe que podría haber sonado en el bautizo de mi padre.

Sí me acuerdo de la segunda: Una de King Africa.


Vale. Hoy la gente vive en la época de la gratificación inmediada. “O me das lo que quiero ya, o te vas a…” (dónde a todos nos queda claro). Entonces, me bastaron 2 canciones para pensar:

a) Este tío es un poco tonto.
b) Este emprendedor no entiende a su cliente potencial.
c) Todas las anteriores.



Y a mi amigo también, y se lo hizo saber:

Por favor, ¿puedes poner esta canción?
No, no puedo– mintió.
Vale, ¿Puedes volver a la música que ponías antes? Es que aquí la gente esto no lo conoce.
No, no puedo– volvió a mentir.
Pues hasta luego.–aquí pudo (o no) haber un grito.

Yo empecé a reirme porque pensaba que era broma, pero cuando vi a mi amigo tirar hacia la percha a buscar su chaqueta, dije, reprimiendo una lágrima:


“Qué grande, joder”.


Y decidí que ese era el guía que necesitaba en esos momentos de mi vida y fui a buscar la mía también.


Un bar de 50 personas perdió 7 tíos -con nómina, que no iban de viaje de fin de curso- en 15 segundos.



¿Por qué?

Por pura y simple falta de humildad. Pura falta de ganas de servir a algo o alguien con objetivos y deseos diferentes al suyo.

Ese emprendedor pensaba que él era su cliente ideal.

Pero no lo era.

Puso el automático e hizo lo que le gustaría que hicieran con él.




Y perdió aproximadamente 100€ cada 30 minutos.


Se hizo un micro-harakiri: pensar que lo que él quería le importaba a alguien.

¿Tú para quién pones la música?

¿Para los que son como tú, tienen tu nivel de consciencia y ven el mundo con tus ojos o para los que se parecen a los que te compran?

Porque igual los primeros son minoría.

Igual.


Yo DJ no soy, pero si quieres que hagamos que no cojan su chaqueta y se vayan a otro que les escuche, es en este link.

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Pablo.