Punto ciego que impide vender a gente inteligente.



Hay una cosa curiosa que he visto tantas veces cuando me he metido en el negocio de algún cliente que ya toca hablar de ello.

Puede que sea la razón por la que nos cuesta vendernos, o puede que no lo sea.

En todo caso yo aprecio cuando me dicen:

“Mira, una piedra”

Así que te cuento esto por si lo aprecias tú también y no te quieres hacer trampas al solitario.




Si uno vende lo que otro hace, pero no le emociona pensar en cómo eso podría ayudar a toda esa gente que lo va a comprar, entonces que mejor se preparare unas oposiciones y ya está.

No tiene corazón, no pasa nada.

La vida sigue.

No es trágico.




Pero lo que sí es trágico y sucede muchas veces es esto:


Cuando lo que vendemos es nuestro, no nos emociona mucho.


Creemos que nuestro producto o servicio “no es para tanto”.

Creemos eso porque quizá esa emoción ya se haya ido, por unas cosas o por otras.

Como las parejas que llevan poco o las que llevan un poco más.

Las últimas te dicen que sí, que es guay,

…pero que alguien les quitó las drogas.




Entonces cuando algo nuestro es la hostia (y habría que contarlo así porque es la verdad) pues no nos sale.

Y si lo vemos contado así, incluso sentimos que algo va mal porque nos da la sensación de que vamos de sobrados.

O nos da miedo exponernos con todo, no sea cosa que yendo con todo tampoco funcione y resulte que no somos tan buenos.

El caso:


Nos hace sentir raros.


Y aquí se pierde dinero, porque si uno no está emocionado con lo que vende, pues le va a costar emocionar al resto.




Jordan Peterson (que se ha pasado el videojuego) opina que esto nos pasa porque conocemos nuestra parte mala y nos quedamos pegados a ella. A cada error.

A la hostia, al beso no.

A la hostia.


Milan Kundera (que se ha pasado el videojuego alguna vez más) opina que tan sólo es un punto ciego:

“Nunca sabremos por qué irritamos a la gente, que es lo que nos hace simpáticos, qué es lo que nos hace ridículos; nuestra propia imagen es nuestro mayor misterio”.


Pero el mercado opina que le da igual lo que diga Kundera, Peterson o Pedro Sánchez.

Que si te sientes malo, es tu problema.

Y que si no vendes porque no te ves, también.

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