No es habitual, pero a menudo entro en páginas webs que parece que se preocupan (o han contratado a alguien que se preocupa) por los sentimientos muy profundos de su cliente. Sean los que sean. Esto no es bueno ni es malo. Pero si yo voy al dentista el primer día y me sugiere que ese dolor de muelas me está jodiendo la vida y que mi vida familiar no tendrá sentido hasta que me la quite… Pues mira, no tenemos esa confianza aún. Dame unos segundos. Eso de que no hay ni palabras ni preguntas prohibidas lo debería de saber todo el mundo. (Qué jodido si las hubiera en realidad, no podríamos expresar lo que nos pasa y nos pasan muchas cosas) Pero no todo el mundo se fija en algo muy tonto: Que lo importante no es lo que dices. Y no, tampoco “cómo” lo dices es lo más importante. Lo más importante es cuándo lo dices. Mira. Cuando voy al aeropuerto hay una fuerza sobrehumana, un trauma no resuelto, algo que me susurra: “Acabas perdiendo el vuelo por tonto, lo sabe hasta el de control de metales” ¿Será un atasco? ¿Un tren que no es? ¿Una rueda pinchada? El caso es que recuerdo una vez ir en taxi, y al montarme yo (y montarse mi trauma conmigo) escuchar del taxista la pregunta mágica: ¿A qué hora sale el vuelo? A ver, Yo sé que es una pregunta cordial, que eres un tipo educado, que es por hablar y matar el rato. Pero es que si esa pregunta no sirve para llevarme más rápido, no me la hagas. Pregúntame dónde voy si quieres, pero no me hagas mirar el reloj y estresarme. Esa emoción no es transformadora. No me lleva a ningún sitio. A veces somos tan listos y tan directos que se nos olvida algo tan básico como la emoción que provocamos. ..y acabamos provocando rechazo. Hay decisiones de compra que se toman muy tarde. Pero la decisión de romper la posibilidad de compra se toma bastante pronto. Si quieres un poco de mano izquierda ahí, pero no tanta que no acabes diciendo nada.. Mucho más, aquí |