Hablando el otro día con un buen amigo que tiene una empresa de la (que no daré detalles por lo que te contaba en el título del mail) me contaba algo que sabemos todos. Todos. Ahora, pocos hacen algo con ello, eso también te lo digo. La vida de este chico va muy rápido, y tras contarme como un asesor le dejó un pegado de 6 cifras, como se tiró más de media pandemia con las cuentas congeladas viviendo del dinero de debajo del colchón, como no se lo quiso decir a nadie, y como consiguió remontarlo y hoy está en el mismo sitio. (Sin ataques al corazón ni nada, pero algún mal rato sí.) Pues me dijo que este verano volvió a tener dinero. Y sus amigos le propusieron un plan en barco. Él avanzó la pasta, pero por lo visto, cuando hubo que repartir el alquiler del barco uno de sus mejores amigos le dijo que no. Que pagara él. “Que tú tienes mucha pasta, eres jefe, págalo tú” Me dijo que como no tenía ganas de pegarle un puñetazo tras el año que le había hecho vivir su ex-asesor, le dijo: “Mira subnormal, lo que tengo es porque he metido mucho tiempo y mucho dinero en lo que hago. Me arriesgo constantemente. Porque mientras tú te dejabas la “paguita” en cubatas, yo estaba trabajando. Y ponte el despertador, no sea que mañana tu jefe se enfade contigo por llegar tarde.” Dejaron de ser mejores amigos. Y mi buen amigo dijo que ya se la sudaba todo y todos. Entonces se enteró de que en ese local bonito de energías renovables que acababa de abrir había inversores en estafas piramidales que le daban de un 20% a un 50%. Y dijo que allí iba su pasta. Que “lo que dure.” Que “lo que no puedo hacer es no hacer nada”. Yo no soy ni mejor ni peor que mi amigo, pero no comulgo con lo de las estafas la verdad. No tengo gracia para eso. Prefiero algo que aporte valor real, me siento más seguro. Pero sí comulgo con aquello de que no puedes querer algo y no arriesgarte. Si quieres arriesgarte bien (y un trocito más de mercado) es abajo. Hay algo más aquí. |
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