Ayer tuve un dejavú, deyaví, dellabí.
Un chico me escribió por la tarde:
“Hola Pablo, buenas tardes.
Llevo recibiendo varios meses correos tuyos, y me gusta la forma que tinesbde transmitir.
Tengo 2 paginas web sobre turismo rural y me gustaría modificar los textos para atraer mas gente a hacer las reservas a través de nuestra web y no de booking.
(Aquí detalles)
Puedes ayudarme con ésto?
Un saludo.”
El caso es que eso lo había vivido.
Y me dije:
“¿Pensará que miento?”
Le contesté:
“Buenas tardes Domi,
Sí, me acuerdo de tu caso, he visto que hablamos en marzo.
Igual se te ha pasado leer esa parte en los correos, pero en julio cerré el año a nivel de servicios y no puedo incorporar más clientes hasta 2023, te pido disculpas.
Lo único que puedo ofrecerte en octubre es consultoría sobre copywriting y estrategia, pero servicios ya no puedo.
Te mando un saludo,
Pablo”
Lo entendí todo luego:
“Vale, no tenemos prisa, ya que queremos hacer modificaciones en el diseño de la web, y nos llevará tiempo. Me gustaría que me apuntases en lista para hacerlo el año que viene.
También pedirte que me vuelvas a incluir en la newsletter, que no sé por qué no me llegan desde hace tiempo”
Lo que decía al principio.
Si quieres servicios, ahora mismo me da igual de qué empresa seas:
– Si eres el líder de tu sector (y resulta que es cierto)
– Si tienes experiencia desde el año 37 a.C.
– Si me quieres más que a tu mujer.
Me da igual, no hay servicios.
Y te digo una cosa pero no me hagas mucho caso porque me interesa decírtela.
Yo, si tuviera que contratar un servicio “gordo” y el tipo al que se lo contrato tiene otro servicio de consultoría, contrato la consultoría antes.
Así le enseño la casa al tipo y le pregunto:
Macho, ¿cómo la ves?
Y eso me da una cantidad bestial de información sobre los pasos que tienen sentido para mi negocio, sobre el tipo, y sobre si me fio tanto de él como para invertir en sus servicios.
Pero lo dicho.
Como el tipo soy yo, tampoco me hagas mucho caso.
