Como aún no tengo la web porque la semana pasada el tema de cerrar en 2022 me pilló por sorpresa te cuento otra cosa.
Tiene que ver con el dolor.
Con pasarse y con no llegar.
Vaya por delante:
No tengo ningún tipo de conflicto con el dolor.
Es una herramienta fantástica que nos permite a todos ver lo que está mal, y que si tenemos el valor de escuchar nos puede hacer muy felices.
Eso es así, eso no se vota.
Aitor, cliente y suscriptor, me comentó una cosa:
Él forma parte de un equipo que se dedica a dar formación para cuidadores de personas en una situación determinada.
No hacen falta más datos.
El caso es que me comentó que parte de su público le dice que no tiene los medios para invertir en su curso.
Algunos dirán la verdad y otros no.
Ya sabes:
La frase “Es que no tengo dinero…” casi nunca es verdad.
Siempre le falta un “para” y un “pero”.
No un “pero” sólo.
Un “para” y un “pero”.
– No tengo dinero para este curso, pero para más ropa sí tengo.
– No tengo dinero para este plan, pero para este otro sí.
– No tengo…
(A mí esto me costó mucho llegar, no te creas, yo era el típico tonto que te decía “tio, te lo pongo yo”)
Con el tiempo pasa lo mismo, y como dicen por ahí y todos sabemos:
“No existe la falta de tiempo, existe la falta de interés”
¿Y con todo esto qué pasa?
Que lo que nos duele o nos emociona nos interesa mucho.
Pero mucho mucho.
Y a veces nos interesa tanto que se nos olvidan muchas otras cosas, entre ellas el precio.
Aitor me dijo algo así:
“No queremos tocar mucho ciertos dolores, porque tampoco buscamos hundir a nadie, y menos a quien no tiene los medios”
Hay mucha razón ahí.
Cuando nos pasamos de dosis y destrozamos a alguien, su dolor no vale para nada.
No transforma.
Pero si no llegamos a tocarlo bien, lo dejamos que siga con él.
¿Hasta cuándo?
Pues no lo sé.
Puede ser hasta siempre.
En mi opinión (que no me has pedido) prefiero que me duela lo suficiente como para hacerlo prioritario.
Si tú ves necesario ajustar cuánto dolor usas para ganar y ayudar más haciendo lo mismo