Mejor contar tus vergüenzas, pero ojo cuándo lo haces.







Algunos tienen un dilema con la sinceridad, pero el problema nunca es ser demasiado sincero.

El problema es cuándo serlo

y de qué lugar viene tu sinceridad.


Tú puedes prometerle la luna a alguien que te gusta, y no pasa nada. 

Pero si se la prometes en la primera cita, sí pasa.

Y si se la prometes porque estás desesperado, también pasa.


Porque no es lo que has dicho o lo que sientes.

Es que se te huelan las ganas de gustar o no se te huelan.








Algunos también tienen un dilema sobre cuánto hablar sobre ellos, pero el problema nunca es hablar de ti o no hacerlo.

El problema es cuándo hablas de ti

y de qué manera.


Tú puedes contarle a alguien por qué haces lo que haces y no pasa nada.

Pero si se lo cuentas antes de que ese alguien esté interesado, pues entonces sí pasa.

Y si piensa que quieres impresionarle, también pasa.







No creo en conspiraciones. 

No se me ocurre nada prohibido que bajo ningún concepto puedas nombrar o hacer cuando escribes para vender

o para impactar.

El problema es casi siempre el cuándo.








¿Cuándo estará preparado tu lector para recibir eso que tienes que decirle?

¿Cuándo parecerás un egocéntrico? ¿Cuándo echará de menos saber de ti?

¿Cuándo te pasarás de agresivo? ¿Cuándo vas a dejarle sin sentir nada?


Cuándo… Ese es el arte. 

​​Medir la temperatura y los tiempos.


Si no sienten nada, no compran. 

Si sienten demasiadas cosas que no deberían, tampoco. 

Es sutil. 

Sencillo, pero no fácil.


Unos no prometen nada en el momento en el que se espera que lo hagan. 

Otros prometen demasiado, pero aún no sabemos quiénes son.

Igual esto no tiene sentido para ti, no lo sé

pero en el caso en que sí lo tenga

Suscripción

Pablo