Los huevos de corbata y no saber lo que uno vale.


 
 
Hace tiempo un chico de veintipocos que era un poquito parguelas (pero que hacía lo que podía) salió con su grupo de amigos por la noche a hacer botellón
 
Salió a sudar, porque era Alicante y era agosto.
 
De fiesta también salió luego, pero a sudar primero,
 
luego sudaría algo más.
 
 
 
 
 
 
Ya en el club, este chico se cruzó a la típica chica guapa que él conocía de vista, pero no estaba seguro de que ella lo conociera a él.
 
Diva de pueblo.
 
Por lo menos, por lo menos, se había montado 36 películas con ella,
 
películas de los domingos en Antena 3, 
 
de las de fuera de horario infantil no.
 
(bueno a ver, de esas 1 o 2 sí se había montado)
 
 
 
 
 
 
El caso es que él la miraba, y ella lo miró.
 
“Hostia, me ha descubierto” –se dijo.
 
y automáticamente la cabeza al suelo, no se vaya a pensar ella que él tenía interés en venderse.
 
Qué locura habría sido esa.
 
Porque cuando no puedes soportar la vergüenza ni el fracaso, te toca mirar a otro lado o esperar a que “el Universo conspire” para darte cosas a ti,
 
y ese chico no tenía el autoestima para fracasos.
 
Así que mejor no hacer nada y pensar en la frase mágica:
 
 
“Si me decidiera, seguro que podría. No lo hago porque no quiero.”
 
 
(Esto lo pensaba hasta incluso después de que la amiga de la diva de pueblo le pegara un codazo en las costillas para que espabilase justo cuando pasaban todas al lado de él, y él siguiera sin hacer nada.)
 
 
 
 
 
Mirando atrás, ese chico tenía un producto decente,
 
pero le faltaban dos cosas.
 
A él. Dos.
 
Saber venderlo es una. 
 
​​Estar dispuesto a ir hacia el límite de sus posibilidades y que eso pudiera ir mal, es otra.
 
Porque casi siempre es duro que la realidad te diga que tu producto, al fin y al cabo, para ese cliente no es tan bueno. Así que antes que vivir eso, mejor consolarse con el viejo:
 
 
“Si me decidiera, seguro que podría. No lo hago porque no quiero.”
 
 
Quien ha vivido esta sensación, o se ha dicho esto y directamente sabe que se ha mentido, también sabe que cuando ves las líneas de tus límites personales, 
 
cuando ves la frontera que tú te has inventado para ti, 
 
no estás para bailes.
 
 
 
 
 
 
 
Bueno.
 
Obviamente ese era yo y obviamente hoy es viernes, 
 
así que cambia esa cara, que no se ha muerto nadie, o eso espero.
 
 
Si tienes algo que merezca la pena, yo creo que merece la pena ir con todo, 
 
eso si te lo permite tu autoestima.
 
A mi no me lo permitió ese día, me quedé con las ganas y tuve que pasar a otra cosa,
 
pero si tú entiendes la dictadura del “¿Qué hubiera pasado si…?”
 
Si la entiendes de verdad, 
 
entonces nos vemos al otro lado. En el link.
 
Mucho más, aquí.
 
PD: Solo si la entiendes y te toca un poquito los c*jones.
 
PD2: Sí, el «¿qué pasaría si vendiera al máximo de mis posibilidades?» también se resuelve en el link.