A estas alturas he visto mucha gente dirigiendo empresas a las que les encanta decir aquello de “lo barato sale caro”
(parece que decirlo nos hace más sensatos)
Pero luego lo aplican poco y no es culpa suya.
No es culpa suya porque entre tanta gente diciendo cualquier cosa es difícil saber qué vale y qué no.
Es difícil saber:
1. Que la estrategia que necesitas existe (y tú la conoces)
2. Que tiene sentido.
3. Aplicarla.
Es difícil.
Con claridad es sencillo, pero sin ella es difícil.
Un ejemplo:
Una persona tiene una tienda online y vende lo que sea.
De cosas de 20€ a cosas de 200€.
Lo que sea.
Da igual.
Joyas.
Entonces esa persona tiene una web “normal” y a gente subiendo contenido a Instagram:
– Uno los martes por la tarde que los lunes la gente va liada.
– Otro los jueves (no subimos dos días seguidos)
– y otro los domingos porque la gente está cansada y mira mucho el móvil.
Tres o cuatro “impulsos” para que vean el producto.
Para que esos impulsos sean bonitos necesito:
– Que si un fotógrafo de producto…
– Que si una gerente de la comunidad…
– Que si me vuelvo loco y contrato hasta un “creative copywriter experto en RRSS” que tenía cara de buen tío en la foto de Linkedin…
Los tengo a todos dando impulsos, porque “lo barato sale caro”.
Vale.
Alguna gente “impulsada” entra en su web un día porque dan un descuento.
De repente ve una frase bonita que parece medio poema que en teoría les inspira.
Y les dejan pensando qué hacer.
“Ponemos un botón de SHOP y abajo lo enseñamos todo”
Vale.
Ahora imagina esto:
Yo tengo una tienda física.
Le cambio el escaparate 3 veces a la semana, para impulsar.
Una persona entra, pero
¡Oh!
En la tienda resulta que no hay nadie.
Hay gente que no va a gastarse 5.000 en poner su casa (su web) a funcionar como una máquina… pero no tienen ningún problema en dejarse 500 al mes en publicaciones que llevan gente a la fosa de Esparta.
Y sin un buen plan de arrastre el fotógrafo puede ser el de la-Rosalía… pero no les va a salvar.
