Todo buen negocio debería tener a gente que no quiere ver ni en pintura. Gente que, si por ellos fuera, tendrían bloqueado el acceso a su web, prohibido escribirles al mail y por supuesto llamarles por teléfono. (Si es que deciden que lo dan, que según qué negocio es una decisión importante) A un cliente mío le pasa esto en su tienda de artículos ecológicos. Me contaba que había un perfil muy nítido con el que no quería tener nada que ver. Muy nítido. Y no, no era un cliente que no estuviera dispuesto a «pasar al siguiente nivel» ni cosas así para picar a tontos. Era algo nítido. Y había que tirarlo fuera. Porque si uno está al pie del cañón respondiendo todo en su negocio, a veces (depende de la cantidad de mensajes que recibas y de lo que vendas) te jode más que te escriba la persona equivocada una vez y otra vez y otra vez… Te jode más de lo que te alegran algunas ventas. Le conté lo que haríamos con ellos. No para echarles, que también. Echarles es muy fácil. (o muy difícil si uno todavía anda atascado mirando su lista de clientes y pensando: “caballo grande, ande o no ande” o “tengo que llevarme bien con todos, que nunca se sabe”) Queríamos echarles de forma que no sólo no nos pusiera en ridículo delante de la gente que sí compra, sino que ellos tuvieran más ganas de comprarle. Dos pájaros, Un tiro. Un tiro silencioso. Le conté cómo lo haríamos, y me dijo algo que me hizo mucha gracia: “Eso es como la técnica de ligar esa muy graciosa que decía: Tú, si hay dos tías, pasa de la que te guste. Tú habla con la amiga. Y a la que te guste la dejas ahí al lado y de vez en cuando la miras y le dices algo y eso pero ya…” Jjajajjajajajaja Por ahí anda la cosa, con matices, pero por ahí. Para que entren los buenos y los malos se vayan muy rápido: Hay algo más aquí |