Hay una cosa muy importante que sabe un mago.
¿Un mago?
Sí, un mago.
“Pero si un mago sólo hace trucos, ¿por qué es importante?”
Porque la gente que más sabe cómo funciona la atención son los magos.
Más que nada porque que ellos hagan “magia” depende exclusivamente de que tú prestes atención a unas cosas y no a otras.
Para que me entiendas, un mago no te diría cosas como:
“Oferta irrechazable…”
…porque si las dice no come.
Bueno.
¿Qué sabe?
Pues que puede meterte la carta en el bolsillo de la camisa delante de tu cara, y luego decirte:
“Mira en tu camisa”
…Y que te explote la cabeza.
¿Y cómo puede hacer eso?
Porque sabe una cosa muy tonta:
Que a todos se nos escapa casi todo mientras miramos.
Esto que te cuento es un desajuste habitual.
Yo conozco mucho mi trabajo.
Tú conoces el tuyo
Él conoce…
…y así conjugamos todo el verbo.
¿Qué pasa con esto?
Que tenemos la tentación de que en nuestra historia se vea que somos:
– Frescos.
– Sostenibles
– Más de montaña que de playa.
– Éticos.
– Profesionales.
– Tradicionales.
– Feministas.
– Atrevidos…
– …pero al mismo tiempo no mucho que se enfada mi cliente y me riñe.
– Actualizados.
– Blablabla
Y queremos que todo eso “se vea” o “se respire”.
Visualiza esto:
Le estás diciendo al mago (de antes) que tú vas a transmitir la lista de la compra (de antes) en tres párrafos al cerebro de gente que no puede procesar mirar un chasquido mientras un tío le cuela una carta debajo de la copa.
Dile que todos esos valores van a “impregnar” tu texto.
¿Qué hará?
Quizá te mire,
se calle,
…y si tienes mucha suerte te saca un chupachups de la oreja.
Hay cosas que se ven desde un piso 12 que desde un entresuelo no, y al contrario.
Lo suyo es que para que de verdad “se vea” o “se respire” hay que entender primero qué hay que contar y dónde.
Para transformar la poca atención de tu cliente en algo rentable: