Esta frase de Pedro Salinas es cierta para la mayoría de los mortales.
Vemos a alguien y nos quedamos con la sensación que nos da.
No con lo que nos dice.
Pero quiero hablarte de una mortal que hace algo bastante increíble y que a mí me interesaría saber si estuviera vendiendo algo.
Antes que nada:
Sé que es viernes y que los viernes no están para pensar, así que lo haré sencillo.
Este año conocí a una de las personas más interesantes con las que he cruzado en la vida
(y créeme cuando te digo que me preocupa mucho con quién paso el rato)
Se llama G y ya hemos hecho algunas cosas juntos.
Te diría que G hace magia.
Pero para que nos entendamos es terapeuta, nutricionista, psicoanalista…
Es alguien que sabe tanto de tantas disciplinas que es capaz de entenderte a todos los niveles: médico, biológico, genético, psicológico…
No hay escudo para sus ojos.
No te puedes esconder.
¿Por qué te cuento esto de G?
Porque lo de G es tan bestial que, sin entrar en detalles, en el último trabajo que hicimos juntos ella hacía algo que parecía increíble:
1. Alguien le escribía y le contaba (a malas penas) lo que creen que les pasa.
2. Les contesta con un audio de 3 minutos que los deja secos en el sitio porque les cuenta cosas que ni podían imaginarse.
No sé con qué palabras me lo dijo, pero me dijo algo así:
“Pablo, por la forma en la que la gente escribe, se puede saber exactamente a cuantos escalones están de sus sueños”
Ellos le escriben.
Y ella ve los escalones.
Lo que diferencia a G del resto es que ella lo puede explicar.
Pero el resto, a menudo, vemos cómo se dirigen a nosotros, cómo nos escriben las cosas… y aunque no sepamos qué es, sí sabemos que algo falla.
Que hay escalones que no se han salvado.
Que no llegan a nosotros.
Y esto un artículo bien posicionado tipo “Guía definitiva de los titulares que harán que tu cliente no pueda evitar leerte” no te lo resuelve.
Eso lo llevas dentro.
Lo puedes entender, pero hay que sentirlo o lo que eres les distraerá de lo que escribes.
Para no dejar con dudas a quien te visita: