Lo interesante no es lo que tu cliente quiere, es lo que deja de querer




Te voy a contar una cosa muy rápido que a mí me ayudó bastante tener en la cabeza delante de un teclado.

Es un deseo.

Nuestro no, ese no sirve para nada.

Es un deseo de quién te paga, o de quien quieres que te pague.

Y si conectas con él aunque sea en pequeños detalles, igual la cosa cambia.




Todos,

Ricos, pobres, altos, bajos, gordos…

Todos huimos a algún lugar.

Quizá no siempre, pero casi siempre.


¿Sabes esos momentos en los que sientes aquello de “no cambiaría nada de lo que estoy viviendo”?


Ojo, que lo sientes, no que lo dices.

Que lo sientes.

(Decirlo aunque no lo sientas lo pueden decir no sé, gente que se ha leído medio libro de meditación y se ha iluminado en 72h o Guardiola, pero yo hablo de gente que no se engaña a sí misma.)

Al caso, ¿cuántas veces?

Igual pocas.

Igual unas pocas más.

Pero el resto, nos lo pasamos huyendo.

Con el cuerpo o con la mente.




Huimos al gimnasio,

a restaurantes caros,

a sábados con la bicicleta,

al sexo,

a fines de semana en cualquier otro lugar menos el salón,

a libros, a series…

A vicios caros o de euro y pico.


Huimos de una sensación,

o de una imagen en el espejo.

Pero huir, huimos.


Y todos sabemos que es justo ese sentimiento de incomodidad (bien dirigido) lo que nos hace prosperar, aunque duela.

Y se puede tocar.




Ahora.

Si tú tienes claro a dónde está huyendo con la mente la persona a la que le escribes, pues igual el dibujo es diferente.

Yo te propongo que si huyes, al menos que sea a la idea de un negocio más rentable.

Uno que te libre de tener que estar constantemente luchando por aprecio de gente que no lo pilla.

Y que esa misma gente vea tu cabeza entre una masa de zombis que van gritando que nos cambian la vida..

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