Las frases profundas han perdido su impacto.
Lo que antes pretendía ser transformador, ahora se sitúa debajo de la foto con filtro de una tía que quiere enseñarnos sus encantos en bikini para recolectar validación en forma de:
“Tía, tú guapa no, eres lo siguiente…”
(Y sus múltiples variantes. Todas con corazones.)
Ojo. También hay tíos que se ha subido una montaña en 45 minutos y han alcanzado la sabiduría allí.
Fuera bromas.
Es bonito que se preste atención a ellas, al nivel que sea.
Es bonito expresarse y nos hace mucha falta.
Insensibilizado ya, un día leí:
“Eleonor tenía razón. Ella nunca estaba guapa. Ella era como el arte, y el objetivo del arte no es ser bonito, es hacerte sentir algo.”
― Rainbow Rowell.
Y me dije: “Vaya, como el buen copywriting”.
Y es que pasa a veces: “Pablo, escríbeme algo bonito”. A ver, algo bonito puedo escribirlo en un par de horas.
¿Por qué tardo tanto tiempo entonces?
Porque no hay que escribir pensando en si es bonito o no.
Hay que escribir pensando si hace sentir algo o no.
Como Eleonor.
Eleonor es el Copywriting. Y un/a “Guapo/a de discoteca” es un texto que te sube el ego y te gusta mirar, pero no te ayuda en tus objetivos.
Mira, yo soy Copywriter porque no puedo ser Milan Kundera.
A mí me encanta el ensayo. Me encanta la estética en el relato. Claro que me gusta recrearme en adjetivos y en construcciones bellas.
Yo te escribo bonito si quieres.
Pero es que creo que es mejor escribir para vender.
Escribir para tocar las ganas de alguien.
Escribir para hacer salivar.
Ese es el arte.
Y nuestra obra está aquí.
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Pablo