Lección de claridad mental que debería ser de pago.



Hay una serie muy interesante que se llama Westworld.

A mí me lo parece, pero puede que a ti no te diga mucho.



Te pongo en contexto:

Va de un parque temático, pero no es el típico parque temático que conocemos hoy.

No hay atracciones, no es Port Aventura.

Es un parque temático del futuro.

Es una recreación del Far West, con cowboys, prostitutas, sheriffs y gente pidiendo otro whisky.

Lo que pasa es que esta gente no es gente, son robots que no se pueden distinguir de los clientes, pero que si eres cliente puedes hacer de todo con ellos.

De todo, todo lo que tú quieras.

Pagas por eso.


¿Le quieres pegar un tiro a uno?

Se lo pegas.

¿Jugar a papás y a mamás con la otra?

Dale.

¿Ayudar al Sheriff en una expedición?

Sé un héroe, Kevin.


Están todos ahí para que tú reconectes con el espíritu cowboy y tus más bajas pasiones de sangre, lujuria y éxito.

“En este parque te conoces a ti mismo de verdad”–decía un cliente guaperas.


Claro, en este parque temático no hay montañas rusas, hay historias.

Se diseñan historias, narrativas, aventuras… para entretener a los clientes.

Uno de los creativos del parque presentaba una nueva idea de manera muy dramática:



“Tengo vivisección, auto-canibalismo, una cosita especial que llamo el «whoroborus». No quiero parecer inmodesto, pero esto es la cúspide de lo que el parque puede ofrecer… horror… romance, excitación. 

Nuestros huéspedes más habilidosos se abrirán paso hasta los límites exteriores del parque, superando a temibles valientes, seduciendo a núbiles doncellas, haciéndose amigos de compinches trágicamente malogrados y, por supuesto, como en todas nuestras mejores narraciones a lo largo de los años, nuestros huéspedes tendrán el privilegio de conocer al personaje que más les interesa… Ellos mismos.

Les presento la próxima obsesión de nuestros invitados: Odisea en Río Rojo.”



(Aplausos dramáticos)


Esto parece que tenía sentido, pero cuando se hizo el silencio se escuchó:


– “No”– dijo Mr. Ford, el jefe.


(Que para postre es Anthony Hopkins, o sea que todo el mundo sabía que era no y punto)


¿Perdón?–dijo el creativo. 

– No, no lo veo así. 

– Espera, ¿no lo ves…


Y aquí le da una lección de ventas que debería cobrarse:
 

“¿Cuál es el objetivo de esto? ¿Conseguir un par de emociones baratas? ¿Algunas sorpresas? No es suficiente. No se trata de dar a los invitados lo que crees que quieren. No, eso es simple. La excitación, el horror, la euforia… Son trucos de salón. 

Los invitados no vuelven por las cosas obvias que hacemos, las cosas chillonas. Vuelven por las sutilezas, los detalles. Vuelven porque descubren algo que imaginan que nadie había notado antes… algo de lo que se han enamorado.

No buscan una historia que les diga quiénes son. Ya saben quiénes son. 


Están aquí porque quieren un atisbo de lo que podrían ser. 

Lo único que me dice su historia, Sr. Sizemore, es quién es usted.”

Mucho más, aquí

PD: Si algo tiene el link de arriba, es justo eso.