La trampa de pagar siempre al peso y la ilusión de la complejidad.



Te cuento algo en lo que caemos casi todos y que nos complica la vida en el trabajo.

No sé si a ti te pasará o no.

A mí me sigue pasando, pero agradezco que sea cada vez menos.

Si tú también agradeces lo que te simplifica la tarea, te cuento:




Para el mismo resultado, toda persona con un mínimo de inteligencia elegiría el camino más fácil.

No sólo hacerlo lo más sencillo posible, sino tener un método que fuera casi para tontos.

(Y si es para tontos, mejor)

Lo normal sería pensar que si pudiéramos conseguir algo en dos líneas, no escribiríamos dos párrafos.

Escribiríamos dos líneas.


¿Y si una línea nos diera mejor resultado que dos?


Entonces lo lógico sería escribir una.

Eso es lo lógico.

 


Pero el mundo tiene otras lógicas.




Vivimos en un planeta en el que valoramos el conocimiento por acumulación:

Un número de idiomas,

un número de másters,

un número que nos indique que esta persona que tenemos delante es compleja.

Porque complejo es lo contrario de simple, claro, pero eso no es la tragedia:

La tragedia viene cuando creemos que simple es lo mismo que tonto.

Ahí sí que la cagamos.




Te hago una pregunta muy tonta.

Tenemos dos personas que buscan resultados:

1. Una hace hace algo muy tonto, muy simple y muy fácil.

2. La otra tiene un método secreto basado en un algoritmo con una inteligencia artificial que ajusta no-sé-qué paramétricamente y ofrece una experiencia gráfica de una colección de píxels.


¿Quién crees que podría pedir más dinero?


Lo normal sería que el que más dinero generara.

Pero todos sabemos que a priori sentiríamos que los fuegos artificiales del segundo tienen más valor.

Igual el primero hace cosas más sensatas, pero ¿qué pasa?

Que como el segundo ha hecho un esfuerzo tan grande por hacer complicado su trabajo para justificar lo que pide por él, pues su circo nos atrae.




Nassim Taleb contaba algo parecido en su libro “La piel en el juego”.

Decía algo así:


“Si tengo que elegir entre un cirujano que tiene pinta de cirujano (diplomas, dedos de princesa, camisa cuidada, etc.)

…y otro cirujano con los mismos resultados que tenga los dedos como morcillas, sobrepeso y no sepa vestirse…

Elijo al gordo siempre. Siempre.”



¿Por qué?

Porque (en principio) ha tenido que saltar más barreras visuales y soportar más juicios que nada tienen que ver con su capacidad para llegar a donde está.

Es más robusto, porque ha nadado siempre a contracorriente.

No es un ilusionista.

No puede serlo.




Bueno.

Me callo ya que me paso de amigo. 

Solo te digo que yo no tengo un método complejo y a veces cuando me hablan de cosas así les pido que me traduzcan porque no entiendo nada.

(Luego me doy cuenta de que se podría contar más fácil.)

Por si eres de los pocos que aprecia lo sencillo y efectivo:

Hay algo más aquí