La maldición de tener que vender cosas bonitas (+ Ejemplo)



Hablando con gente que tiene marcas de cosas bonitas como ropa, bolsos, zapatos…  he visto dudas parecidas.

Dudas con su enfoque de venta escrita.

Dudas de que su producto “tampoco tenga mucho más”.


“¿Qué cuento si ya todo está ahí en la foto?“

“¿Y si es algo que o te gusta o no te gusta?“


“¿Y si lo que se ve es lo que hay?”




Respuesta corta:

Lo que no se ve.




Respuesta larga:


Hay quienes no harán nada, sólo fotos.

Pagar varios salarios mínimos a un influencer cuando haya una prenda que no se venda,

O peor, entrar en la espiral de la rebaja.

Rebaja SOLO ESTA SEMANA…

Pero la semana que viene otra rebaja, SOLO hasta la siguiente.”





Luego habrán otros que contarán su vida o su misión.

“Es que yo quiero…”

“Es que nuestro objetivo…”


Y el dinero por ahí.

Ojo, que está bien contar la misión de uno, pero contar la misión del otro quizá tampoco está mal.




Luego otros hacen un curso de copywriting donde muchas cosas igual no quedan claras, pero hay una que sí.

Beneficio, beneficio, beneficio.

Fusílame a beneficios.

Está genial también, lo digo en serio, aquí no hay mucha ironía.

Entre beneficio o nada, beneficio siempre.




Pero hay algo muy importante cuando algo es muy bonito.

Un ejemplo:


Alguien ve unas sillas en un catálogo con un diseño que le encanta.

Ese alguien compra esas sillas.

Las pone en su salón.



Pero las devuelve.

Ups.





Cuando hay algo muy bonito que comprar, es cierto que lo primero es que lo veamos bonito.

(A ver, puedes comprar cosas feas, pero lo normal es que no te lo parezcan)

Vale.

Ya es bueno, ya es bonito y quizá ya es barato.


Pero luego, en la cabeza de casi toda mujer (perdóname Irene) y de cada vez más hombres, hay una pregunta muy importante.

Una pregunta que que si vendes cosas bonitas y no resuelves, pues te lo vas a poner más difícil.

Al segundo de ver algo, pensamos:


“Ay, esto está muy chulo, pero ¿…?”


Y justo eso de después no se ve.

Lo tienes que dibujar tú.

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