Te cuento una historia sobre cómo las apariencias cuando ves a gente vendiendo engañan mucho. Mucho. Igual te interesa, pero te aviso que el ejemplo va a ser raro. Habrá quien lo entienda y quien no lo entienda. Y quien saque algo y quien no lo saque. Mira Hace poco jugamos un partido de futbito contra un equipo que no conocíamos de nada. Los equipos de “mataos” de ligas de pueblo tienen algo en común: Nadie se parece a nadie. Ni en altura, ni en edad, ni en barriga ni en pelo. Con suerte llevamos el mismo equipaje. ¿Entonces qué pasó? Que vimos al que llevaba el número 10. Un chaval guapo, con mandíbula y percha de futbolista. Tocaba con mucha “calidad” Lo veías y decías: “Este tiene pinta de que nos va a dar cera pero bien.” Luego había otro con el número 2. Era alto y debilucho. El tipo parecía que llegaba de resaca y que no sabía ni cuál era su pierna derecha. Se movía raro, descoordinado. Invertebrado. Llevaba calcetines de los que te pones para que no se te vean y unas zapatillas que parecía que las habían atropellado 20 tráilers. Era el antifutbolista. ¿Y qué pasó al final? Que el número-10 no hizo mucho. Pero el número-2 nos metió 4 en media hora y nos dejó en ridículo. No 1 ni 2 ni 3. 4. Y tras cada gol, casi nos pedía perdón. (Esto es sublime, ahí hasta un tonto puede ver que el verdadero 10 era él, no el otro) Bien, Hay al menos dos cosas que el número-2 hacía muy bien. Una casi seguro que no la sabía Otra, casi seguro que sí. Lo que sí tenía claro es que los goles no se meten por guapo. Se meten si sabes a lo que estás jugando y encuentras el espacio. Pero saber eso quizá no le hubiera dado para 4 goles en media hora. Los 4 los metió porque hacía algo que quizá no sabía y quien pretende que le compren hace desde el titular. ¿Qué? Hay algo más aquí |
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