Golpe de autoridad convincente…y muy concentrado




Esto que te cuento me da un poco de vergüenza, pero me acordé de ello cuando descubrí algo que para que la gente crea en ti sirve mucho, trabajes de lo que trabajes.

La teoría que te voy a contar no sé si sirve para la vida, creo que no, pero sí para las ventas.




Flashback. Mediados de los 90.

En esa época se pusieron de moda los anuncios de los niños de Mauritania con la barriga hinchada y las moscas en la boca, y yo lo pasaba bastante regular en los descansos de Dragon Ball. 

Mi padre siempre me decía que me dejaban medio idiota un buen rato, que se me quitaban las ganas de todo.

Entonces, claro, como humanos siempre queremos dos cosas:

1. Entender.
2. Que las cosas sean justas.
3. Que la realidad no nos haga sufrir.

…y como yo ni entendía ni me parecía justo todas esas desigualdades, me armé una hipótesis en aquella época:

La “teoría” de los sacos de arena.




En esta teoría a mí me daba la gana pensar que a cada persona, cuando nace, le correspondía el mismo saco de arena.

La misma cantidad.

¿Qué hace que no seamos iguales entonces?

Pues que tenemos muchos cuencos diferentes, nuestras virtudes, y no podemos llenarlos todos con ese saco. No da para todos.

Dios los llenaba según quería.

Si todo el saco lo tenías en el cuenco de “lo listo”, pues será porque por narices otro cuenco lo tendrías casi vacío. No sé, el de “ser bueno en los deportes”, por ejemplo.

Y si alguien parece que “lo tiene todo”, pues ojo porque eso es mentira, 

algunos cuencos vacíos esconde, seguro.




Luego crecí, pero a una parte de mí aún le gusta pensar que eso es así, aunque ahora entienda que la vida es otra cosa.

Ni justa ni injusta, que es como es. 

Esto no importa.

Lo que sí que importa es que para golpear más fuerte y con más autoridad, la teoría de los sacos sí se cumple, porque tenemos arena limitada.

Casi todos la misma.

Para impactar, la misma.

(Aquí mi niño interior, como dicen los terapeutas, sonríe)

Solo que ahora somos nosotros los que elegimos en qué cuenco la ponemos.

¿Un señor alto de barba blanca que había acogido a mi bisabuela en las nubes?

​No, ese no.

Nosotros.

Nosotros elegimos dónde ponemos la autoridad.

Si la repartes bien, golpeas fuerte.

Si la dispersas, no funciona.




De concentrarla muy fuerte va mi nueva Microclass que sale hoy y a la que enterraré en cuanto nos comamos las 12 uvas este año.

Ese día se acabará. 

Pero antes, ahí cuento cómo una sola estrategia, en un momento crucial, puede hacer que tu cliente confíe en ti y no en otro. 

Que vea algo realmente fuerte en ti, y no en otro.

Que haya algo que lo descoloque de ti, y no de otro. 

Que le llegue de verdad.

En el link.

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