Gente inteligente que no sabe a quién vende (+ Ejemplo)

 
 
Pocas cosas más humanas que pensar que el trabajo de uno está mal pagado. 
 
Si preguntas a tus conocidos por su trabajo, lo raro es que no escuches un:
 
“No nos aprecian”
 
“No valoran el esfuerzo”
 
o
 
“¿Cómo ha acabado esta profesión así?”
 
 
 
 
(Vale, hay profesiones que lo piensan un poco menos, pero también están tentadas.)
 
 
 
 
Hay sectores que por naturaleza tienden a ser más egocéntricos,
 
no me entiendas mal, 
 
no digo esto en un sentido ni malo ni bueno, digo que no hacen las cosas pensando en sus clientes, sino en lo que ellos “sienten”
 
¿Un ejemplo? 
 
Los artistas. 
 
A diferencia de los artesanos, que sirven a un encargo, ellos ya saben que son (en su mayoría) un producto de lujo.
 
Pero ellos no “tienen” ese problema, porque ya saben a lo que van.
 
 
(como en esas pelis donde el tipo quiere ser escritor y su novia -a quien al principio le sedujo su pasión- acaba hasta las narices de él.)
 
 
Ellos saben que es arriesgado no “servir” al otro directamente y tener un producto centrado en lo que es uno, 
 
…y no centrado en lo que es tu cliente, que (¡ups!) es el que te paga.
 
 
 
​​​
Los de antes no tienen un problema, saben a lo que van.
 
Pero los que igual sí tienen ese problema son los trabajadores que dicen que sirven al pueblo (incluso quizá lo piensan) pero en el fondo vas a ver que pasan de él.
 
¿Te suena eso de “todo para el pueblo, pero sin el pueblo” del libro de sociales?
 
Pues eso.
 
 
 
 
Un ejemplo:
 
Hace tiempo tuve la suerte de conocer a un arquitecto que puede que sea una de las personas más cultas que me he cruzado.
 
Me enseñó mucho, mucho, de verdad.
 
No lo digo por quedar bien. Le estoy muy agradecido y lo que viene a continuación no es un ataque a su trabajo.
 
 
Lo que vas a ver aquí abajo demuestra cómo alguien excepcional en su trabajo, puede ser bastante menos excepcional vendiéndolo.
 
Que una cosa no es la otra, 
 
y que si dejas que la intelectualidad y los grupos de culturetas elitistas te cieguen mientras “entretienen” tu cerebro,
 
pues un día, sin enterarte, te pasa algo muy malo como profesional:
 
Te sacan los pies del suelo.
 
 
 
 
Él acaba de terminar un proyecto para los huertanos de una zona de Murcia, y lo explicaba así:
 
 
“En las Huertas del Río Segura se asiste con toda claridad a un proceso de transformación profunda por el que tan paulatina como inexorablemente se transita de un espacio productivo y verde a una ciudad-jardín caótica y desestructurada. Un territorio en el que las fuerzas transformadoras son tan fuertes como débiles son las resistencias agrícolas. Es un proceso generalizado, que parece insoslayable, en el que todas las cualidades atribuibles a un bello paisaje productivo y colectivo van desapareciendo, para ser sustituidas por actuaciones individualizadas de apropiación carentes de cualquier interés cultural.”
 
 
No mires el fondo, eso da igual. ​​Mira la forma. 
 
¿A quién va dirigido?
 
A un grupo de huertanos (que son a los que debería emocionar su proyecto) parece que no. 
 
(espero que no, vamos)
 
Al alcalde -si no es rector de una Universidad y ha publicado 7 ensayos sociológicos- pues parece que tampoco.
 
 
Es posible que este texto tenga dos objetivos: 
 
1. Dar de comer a los cerebros de las élites de la teoría arquitectónica. 
 
2. Entretener la propia inteligencia del autor.
 
 
 
 
(Spoiler: ninguna de los dos pagan la cuota de autónomos.)
 
 
 
 
No pasa nada por hacer esto, 
 
nada de nada, 
 
pero sí luego te manifiestas diciendo que se están comiendo tu profesión, pues entonces es raro. 
 
Si dices que tu responsabilidad vale mucho más de lo que ganas, pues es raro.
 
“Si sigo trabajando de esto es por pasión.”
 
(sí, por pasión a ti mismo)
 
 
 
 
Tu cliente es un huertano, una persona corriente, no alguien con un máster en disertación filosófica ni 500 adolescentes con buena nota en selectividad.
 
Esa gente no te compra, no trabajas para ellos,
 
y su aplauso te puede salir muy caro.
 
 
 
 
Si todavía buscas impresionar a tus compañeros de profesión porque aún quieres ser el primero de la clase, no puedo ayudarte.
 
Puedo, pero no voy a hacerlo.
 
Si quieres mirar tu reflejo en el río como Narciso y decir:
 
«¿De quién es ese culito sexy? ¡Oh! Es el mío.»
 
Tampoco puedo.
 
Pero si decides bajar de las alturas y llegar a más gente, porque sabes que de momento no volamos, entonces casi seguro que sí.
 
 
El dinero está en el suelo, no flota.
 
Hay que ir a buscarlo al suelo.
 
Ahí, justo ahí, donde probablemente está tu cliente. 
 
Dónde está toda la gente a la que ayudas. 
 
Ahí.
 
A esos hay que hablarles.
 
Ahí abajo.

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