Falta de aprecio.



Un problema de falta de aprecio, sea por la parte que sea, siempre es el mismo problema.


Por parte de tus empleados, 

por parte de tu cliente,

por parte de tus colaboradores,

por parte de tu pareja…


da igual, eso da igual, porque siempre es el mismo problema. 

Siempre, siempre, siempre es un problema de ventas.




Si algo no se aprecia pero aporta valor a alguien, hay un problema de comunicación de este valor.

Si hay un problema de comunicación, puede ser por dos cosas:

o no te escuchan, 
 
o no te entienden. 


Si no te escuchan es porque no consigues captar su atención y decirles lo que necesitan oír para que dejen eso que es prioritario para ellos y vayan a interesarse por lo que tú tienes que contarles.


Si no te entienden, directamente es imposible que les interese,

…y si no les interesa lo que dices, no pueden quererlo.

Podrían quererlo, sí, 

pero no lo quieren.

Y si no lo quieren y el producto es fantástico, tienes un problema de falta de aprecio.




Y un problema de falta de aprecio es un problema de ventas. No hay más.




No es que la gente no necesite un abogado, es que no sienten que confían en ti.

No es que no necesiten comprar zapatos, es que no sienten que deberían ser los tuyos.

No es que no necesiten ese software a medida, es que no sienten que deberían pedírtelo a ti.

No es que no necesiten relajarse, es que no sienten que tú eres el profesor de yoga con el que conectan.

No sienten.




El boca a boca está genial, es probablemente la forma más fácil de vender y (si no hay afiliación) la segunda más honesta.

Tu cliente está contento, y eso no sólo es capital, es que es muy gratificante.

Pero para que tu proyecto desprenda tu esencia, primero tienes que definirla tú, 

primero tienes que venderlo tú.

Posicionarte tú. 

Hacer ese esfuerzo tú.

Hacer sentir tú.

Mucho más, aquí