Esta historia es fascinante.
De verdad.
Ya tienes que ponerle ganas para no sacar nada.
Se la leí hace mucho tiempo a los hermanos Heath, en un libro naranja que creo que en español es “Ideas que se pegan” o algo así.
Pista:
Pone mucho en evidencia a los pequeños que pretenden ser grandes.
Escribo de memoria:
Pasó en un pueblo de Estados Unidos.
El pueblo no llegaba a 20.000 personas creo.
Pero pasaba algo que no cabe en la cabeza de nadie:
El periódico local se compraba en el 112% de casas.
Claro, esto solo puede suceder por dos cosas:
– Porque la gente que no vivía allí pero trabajaba allí también lo compraba.
– Porque las parejas no compartían.
Si no, no tiene sentido.
¿Cuál era el secreto de este éxito absoluto?
Una frase que el editor le repetía a cada trabajador.
Una sóla frase.
No es broma.
Y te digo más:
Esa frase sólo tenía tres palabras.
Y te digo aún más:
Era la misma palabra repetida.
“Nombres, nombres, nombres”
Mientras que el resto de periódicos locales jugaban a ser Goliath y a compartir las mismas noticias que daban los periódicos nacionales, este tipo sabía qué vendía.
Sabía que si la gente quiere ver cómo va el mundo, no va a su periódico.
Pero es que esto es lo más bonito:
Tampoco va a su periódico para ver cómo va el pueblo.
¿Para qué van?
Para cotillear lo que hace la gente del pueblo.
¿Cómo no van a comprar eso si se conocen todos?
Tener eso en papel es una bendición:
– Puedo medir a mi vecino.
– Puedo ver quien sale.
– Puedo ver si salgo yo.
¿Cuánto vale eso?
Da igual, es un puto chollo.
Y claro, la gente trataba de emularlo, pero hacía concesiones.
Y hay una frase que decía el editor que no se me olvida y me pareció sublime.
Le dijo a un periodista:
“Mira, si en el pueblo de al lado cayera una bomba atómica, sólo sería noticia en mi periódico si los escombros llegaran a mi pueblo”
Luego que te hablen de “esencia”
Eso es esencia.
Este tipo sabía:
1. Quién era su cliente.
2. Qué podía darle él que no podía darle nadie.
Al resto no le escribía.
Le daban igual.
Alguien de fuera nunca le compraría, pero los de dentro no podían dejar de comprarle.
Claro, a muchos la idea de aplicar algo así en sus negocios les haría temblar las rodillas.
“A ver si molestan a la gente que no les va a comprar”
Que cada uno haga lo que quiera, pero hay algo más aquí.