Este restaurante dobla precio: misma lista de espera.

Si fuera especialista de contenidos te hablaría de cosas tan importantes como que hoy es el día internacional de besar a un pelirrojo. 

Pero hablemos de algo más importante, aunque parezca difícil. 

Nozomi



Una muy buena amiga de Valencia me mandó un pantallazo.

“Tengo mesa para dos en el Nozomi a las 15h el miércoles, ¿vienes?”

Nunca había ido.

Y como me había hablado varias veces de ese lugar, supe que tocaba.




Llegamos a las 15:01 a la puerta de entrada.

Un gusto.

Cuando entramos y nos recibió el silencio del lugar…  ya se respiraba otra cosa.

Ese espacio te relajaba, y te relajaba porque no buscaba ser espectacular:

– Hormigón sobrio en el suelo.

– Delicados volúmenes interiores con finos listones de madera,

– Las flores blancas y rosas que colgaban del techo te hacían sentir que te sentabas a la sombra de un gran almendro en primavera…




Ya no estábamos en la ciudad.

Empezamos a hablar en susurro sin saber por qué.

Quizá porque ya no estábamos en la ciudad.




Nos pidieron los abrigos.

Nos sentamos.

Resulta que era el cumpleaños de mi amiga, pero no me lo dijo antes porque no quería hacerme sentir en deuda.

Quería que aceptara el plan solo si me apetecía de verdad. 

(El nivel de gente así igual no te emociona, pero a mí sí)




Nos recibió el dueño de Nozomi, amigo de mi amiga.

Me pareció un tío de lo más humilde y simpático, casi vergonzoso.

También él me relajó.

(Dicen que una empresa se parece al dueño)

Él me relajó.




Mi amiga esperó a que probara la comida para contarme una historia de ese chico.

Empezó el menú degustación:

Esos bocados…

Mira, no soy crítico de cocina, pero he estado en muchos japoneses y tuve la impresión de no haber estado en ninguno.

– ¿A que es impresionante?

– Me ha jodido…

Mi amiga se rió, y yo no acabé la frase porque estaba acabada.




Cuando ya estaba hechizado, me habló del dueño:

“Mira, esto él no lo cuenta.

A mí sí porque tengo confianza, pero lo de la cultura japonesa lo lleva al extremo.

Y no me refiero a que las vajillas se las traiga de allí o cierren todo marzo por el tema de los almendros.

Me refiero a que, como tiene lista de espera de mes y medio los fines de semana, le han llegado tipos a la puerta sin reserva diciéndole que le pagaban 1.000€ y luego la cena.

Estos millonetis que pasan por aquí por negocios, ya sabes.

Y les ha dicho que lo sentía, pero que no había mesa.

Es coherencia pura.”




Aquí poco más que decir.

Una curiosidad solo:

Este chico tuvo que quitar la mitad de mesas por la pandemia, y se dio cuenta de que le gustaba mucho más la experiencia del cliente.

Más silencio.

Más tranquilidad.

Ajustó los precios… a casi el doble.

“Lo que hemos hecho hoy por 60€, lo hacía yo por 38€, aunque si valiera 85€ vendría igual. Para mí venir aquí es una experiencia de amor total.”

hay algo más aquí