En septiembre me mudé a Valencia y ayer salí a tomar algo con unos amigos de fuera que pasaban por aquí.
Por si conoces Valencia:
Estábamos en una terraza por la zona del mercado de Ruzafa.
Pero para lo que te cuento podríamos haber estado en un búnker de Siberia porque hablamos de vender desvelando historias.
Típica secuencia de reencuentro:
1. Primero hablas de temas de actualidad y “arreglas España”.
2. Luego de algún amigo en común y “qué loco está”.
3. …y luego si tienes suerte y es gente con proyectos hablas de trabajo.
Estábamos en el punto 3.
Y saqué cosas con las que podría llenar varios emails.
Pero te cuento una:
El padre de Bea, una amiga, dirige una empresa de especias que casi seguro conoces:
“Carmencita”
Están en todos los sitios.
Vale.
Entonces como Bea sabe más o menos a lo que me dedico, me contó una cosa curiosa y no.
Me dijo algo así cómo:
“Pablo, a nosotros nos propusieron un día hacer un vídeo corporativo sobre la historia de nuestro orégano, porque…”
(Aquí detalles brutales)
“…y dijimos que bueno, que sí.”
No sé dónde colocarían el vídeo, pero según me contaba Bea, al tiempo revisó el excel del producto y vio algo que la desconcertó un poco:
En proporción, era la única vez que habían vendido más que el mismo producto en marca blanca.
¿Por qué lo sabía?
Porque la marca blanca también la llevan ellos.
Me dijo que nunca había visto eso.
Y que el vídeo era “la única explicación posible”, porque era solo un producto y solo en una franja de tiempo.
Claro, yo le dije que esto nos sorprende porque siempre tendemos a pensar que nuestras cosas “no son para tanto” y que no le interesan a nadie.
Pero la realidad es que sí.
Me contó más cosas:
– Que si familias en Ecuador.
– Que si el logo de Carmencita había ido cambiando según dictaduras y repúblicas porque el fundador era más rojo que la madre que lo parió y ahí andaba jugando con Franco…
– Que si…
Pensé en decirle que parara porque mientras hablaba solo podía ver dinero cayendo a un váter y a alguien tirando de la cadena.
Pero le dije otra cosa:
¿Sabes de qué le sirve a tu padre que me lo cuentes todo eso a mí en una terraza?
Vale.
Tener 100 años de experiencia está bien.
Pero 100 años de historias está mejor, me creas o no.
¿La buena noticia?
Tampoco hace falta.
Lo que sí hace falta es contar las que toquen (bien contadas) y mirar los números.