Antes de irme de viaje estuve en un garito de paso y menos mal porque la chica era mona.
Yo no había bebido.
Y ella vocalizaba muy bien.
Así que me temí lo peor:
“Oye, ¿a qué te dedicas?”–me dijo.
Se lo dije.
“Ah… eres el que me come la bola para que me gaste dinero, ¿no?”
Yo le dije que sí pero que no.
Esta chica lo reconocía y le daba lo mismo.
Pero hay una cosa que me hace mucha gracia de la gente con el tema de la venta escrita.
(y si supieran lo ridículo que se ve desde fuera no lo harían)
Es cuando te dicen:
“Yo es que no compro así”
“Es que así no me lo venden”
“Yo soy objetivo”
Jajaajajaja Espabila Miguelín, que la objetividad son los padres.
Te cuento una cosa que a alguno no le va a entrar en la cabeza pero me da igual.
Tiene que ver con el tema famoso de las creencias limitantes.
Es esto:
El que no se deja comer la cabeza tiene la cabeza tan comida como el que sí.
Igual de comida.
¿Tú no te dejas comer la cabeza?
¿Sacas pecho por eso?
¿Sientes ese gustillo ahí abajo del más listo de la clase?
Maravilloso.
Te vas a perder la manzana por creer que todo es gusano.
Como decía un colega:
“Iba de listo por lo visto y se quedó de tonto por lo pronto”
Te digo más, que me he inspirado:
Esto es como no querer sufrir en el amor.
Vale, ok.
Igual no sufres.
Pero disfrutar tampoco disfrutas.
Eso yo creo que todos lo tenemos claro aunque no nos pase.
En todo caso, creamos lo que creamos los números están ahí.
Nos gusta gastar en lo que nos acerca más a la idea que tenemos de nosotros mismos.
Que nos acerca,
a la idea,
que nosotros tenemos,
de nosotros mismos.
¿Verdadera?
¿Falsa?
¿Paja mental?
Eso no lo sabremos.
Pero que es así, y que eso se comunica, sí lo sabemos todos.