Un mercado de pueblo es un buen lugar dónde desayunar. La gente está más pendiente de lo que pasa en la calle que de lo que pasa en los libros. Eso es bueno. Hay poca ideología y mucha humanidad. Y cuando uno pasa mucho tiempo leyendo una pantalla puede ser interesante no perder esto de vista, para aprender un poco de ello. Leo a varios que dicen que cada vez se rompe más el sentimiento de comunidad y nos hacemos más egoístas. Que el mundo está montado para eso. Esto te puede parecer verdad o mentira. Pero no es lo importante. Lo importante es que vivimos constantemente atacando la oreja del otro. Eso es evidente. Mi abuela trataba de contarle a su amiga que tiene una infección de orina, y su amiga trataba de contarle a ella que no va a comprar fruta porque le quedan dos plátanos y se los tiene que comer. Al mismo tiempo. Es real. – Mari, nada, que esta noche me he levantado al aseo 20 veces a orinar… – La camarera no sé qué hace que no limpia la mesa. Tengo unas ganas de que se acabe este calor, qué calor ¿eh? – Me va a tocar ir al centro de salud, así no puedo estar. – … No voy al de la fruta hoy, no me hace falta. Literal. Una enfrente de la otra. Me habré equivocado en 3 palabras. Vale. Mi abuela y su amiga millennials no son precisamente, pero su lucha es la de todo el mundo: Conseguir que quien tenemos enfrente se calle para poder dar un golpe de estado en su oreja, hablar de nosotros mismos y contarles lo difícil que es nuestra vida. “Yo, mi, me, conmigo, es que a mí, pues yo…” ¿Y qué podemos hacer nosotros? Pues podemos hacer como los listos. Tratar de comerle la oreja a nuestros clientes contando lo que nos esforzamos y lo buenos que somos. O podemos hacer como los tontos. Ser tan poco interesantes que lo único que hacen es el mejor regalo del mundo a sus clientes: Contarles su vida. Hay algo más aquí PD: Tengo un servicio para contar lo que haces de forma que le interese a más gente, sabiendo que a ellos tu vida le interesa poco. Eliges tú: vanidad o ventas. |
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