No sé si eres de esas personas a las que les cuesta quedarse con el nombre de la gente, de esas a las que la presión social les ha obligado a decir cosas raras como: “Yo es que soy más fisonomista: los nombres no me acuerdo pero las caras no las olvido.” Yo me confieso ya, la primera parte de la frase no la digo, pero la segunda sí. Mucha gente no entiende que cuando te presentan a alguien, muchos, aunque nos estrujamos la cabeza y nos decimos: “No te olvides” “No te olvides, va.” “No te olvides, va, que mira qué mona es” aunque te repitas eso, pues sientes como su nombre se desliza suavemente de tu oreja izquierda hacia tu oreja derecha. (eso si lo oyes) Es casi inevitable. Te cuento lo que hice y luego te cuento lo único peor que equivocarse con el nombre de alguien. Mira, un concesionario entregaba un coche a un cliente. Habían puesto su nombre en la matrícula para la foto. JUAN MANUEL. Bien grande. Para que no se confunda nadie, ni siquiera el tonto del copywriter. Faltaban unas luces del árbol de navidad reutilizadas rodeándola. Casi imposible no verlo. Pero mira, por lo visto, para algunas cabezas (en este caso la mía) pues quien dice Juan Manuel dice José Manuel. Entonces claro, cuando llegó el: “Felicidades a José Manuel por llevarse este…” pues Juan Manuel escribió: “Soy Juan Manuel (no José Manuel)” …pero ya era tarde. Como me dijo un amigo muy sabio una noche en la que no pensábamos que la íbamos a liar: “Tío, no te ralles. El daño ya está hecho” Pues el daño ya estaba hecho y los amigos de Juan Manuel ya estaban ahí tocándole los josemanueles en los comentarios: “Jose tío, guapísimo tu coche, a ver cuándo nos das un voltio” “Es que JOSE MANUEL siempre tuvo muy buen gusto” “Mucha clase Chemaaaaa!!!” Ya en serio. Si se te cuela alguna errata cuando escribes para vender, no pasa nada. Si te baila alguna letra, no pasa nada. Porque aunque ese texto también hable del autor, si el cliente está absorbido por el fondo, la forma importa menos. Lo que importa es el fondo, ahí no puedes equivocarte. ¿o no vas a comprar algo que te obsesiona porque le falta una hache en el tercer párrafo? Esto no lo digo yo porque haya sacado una bola de cristal esta mañana, no me tienes que creer a mí, esto lo comentó una leyenda del copywriting, Gary Halbert, y lo han corroborado muchos grandes que vinieron después. Sí, lo sé, esto puede poner en guardia tus mecanismos de defensa. Te los puede disparar y hacerte querer gritar: “Nooo eso no puede ser cierto.” …pero tampoco gustó a muchas lo de Ricky Martin y no dejaba de ser cierto. Ahora bien: Todos sabemos que si te equivocas en un nombre propio, acabas de apretar el botón del resentimiento ¡Pam! Ese, el rojo. Porque un error de ortografía puede hablar mal de ti, pero un error en su nombre habla mal de él. Le sugiere que no es tan importante, que no se le presta atención, y casi todos estamos muy identificados con nombres genéricos aunque los compartan la mitad de España. Es lo que hay. Para que sientan que se les presta atención, yo tengo un servicio. Menos mal que no son necesarios los nombres propios, (o no siempre, si no van por carta) Lo que es necesario es que el cliente se sienta llamado, aunque nadie lo nombre. Atacarle con el fondo, no con la forma. Porque si siente que le conoces, va a leerte tan rápido que no sabrá dónde te comiste el acento. Mucho más, aquí |
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