Es curioso cómo a veces, cuando evolucionamos como personas o como sociedad, surgen ideas tan sutiles que no sabemos que están ahí. Están en nuestras propias cabezas, pero no siempre las vemos bien. Son inconscientes. Pero como el inconsciente compra, y compra mucho, lo que te cuento igual pone a trabajar el tuyo, y como justo eso es lo que nos hace avanzar, pues ya tenemos la fiesta montada. Todo el mundo que lleve mucho tiempo vendiendo un mismo producto sabe que no puede hablar de las mismas cosas eternamente. No siempre “vende” lo mismo. Un día vendíamos coches porque eran potentes, luego porque eran seguros, y hoy “Greta” y los inviernos a 18 grados hacen que los queremos enchufar. Gente con negocios hoy se enfrenta al problema de la sostenibilidad porque se lo piden, y como todo en el mundo de los humanos tiene trampa, pues resulta que: – Te digo que esto se recicla pero al final no se recicla. – Esto es made in Spain, pero las piezas de china. – Le pongo el sello de “material reciclable”, pero no te digo que es de peor calidad. El cliente sigue a ciegas, es inevitable. Ve algún escándalo en internet. Ese le viene a la mente, y le cuesta confiar. Pero dentro de todo este ocultismo, hace poco vi una demostración de conciencia cuando me compré una bolsa de pipas que no te pedía ningún acto de fe. No te decía: “Aseguramos los sueldos de los recolectores” “Están producidas en blablabla…” No. Estaba en una tienda de estas que no cierran, y vi una bolsa verde pegada a otra bolsa blanca de papel, que me llamó la atención. (vamos bien) La bolsa verde eran las pipas claro. La bolsa blanca decía: BOLSA PARA CÁSCARAS. MANTÉN LIMPIO EL ENTORNO. Y en ese momento me dí cuenta conscientemente de que hace tiempo que comprar pipas para comérmelas en la calle me hacía sentir raro. No pensaba conscientemente que “eran un engorro” o que tirar las cáscaras “era una guarrada”. Pero tenía una resistencia inconsciente. Ya no compraba, pero no sabía por qué ya no compraba. Quizá el gesto de pegarle una bolsa de papel a una de pipas te parece una tontería, no lo sé. Pero me sorprendió por sencillo, llamativo, profundo y de un nivel de demostración irrebatible. No hay promesa oculta: “Puedes comer pipas cómodamente, sin ensuciar” No tenía que fiarme de nadie. Sabía que era así. Quizá si me hubieran preguntado por qué ya no comía pipas en la calle, al rato se me hubiera ocurrido. Pero ellos ya lo sabían, e hicieron dos cosas importantes: 1. Que quien quisiera pipas con una conciencia de 2021, no encontrara resistencia para comprarlas. (Porque si tienen que esperar a que alguien lleve una bolsa de repuesto o se las guarde en el bolsillo, no venden pipas.) 2. Patentar el modelo de utilidad. De las pipas con sal pasamos a las de sabores, y de las de sabores a las que no ensucian. Subimos la consciencia. Pero para hacer eso, uno tiene que saber qué tiene su cliente en la cabeza que ni siquiera sabe que tiene, para saltar esa valla de la forma más sencilla y clara posible, y dejarle que coma pipas en la calle otra vez. Mucho más, aquí |
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