Dos personas. Misma situación. Una compra, otra no.



En este mail voy a contarte cómo dos personas en exactamente la misma situación,

con la misma vida, los mismos ingresos, la misma edad y prácticamente las mismas aficiones,

…pues una está desesperado por comprar un cambio, y a la otra no hay nada que le puedas ofrecer para moverse de dónde está.

Y cómo cuando me hicieron una sola pregunta, una sola, comprendí perfectamente por qué sucedía esto y hoy trato de usarlo en mis textos.




En 2015, llevaba casi dos años viviendo en Lausanne, Suiza.

“Losán” para nosotros, “Lausana” para los turistas.

Allí, tenía un amigo francés -que sigo teniendo-, con nombre de tipo que te levanta la novia: 

Tristán.

A él le encantaba Lausanne. Quería comprarse una casa y no salir de allí en la vida. Era su paraíso.

Yo, en cambio, me pasaba los días buscando una excusa racional para irme a otro sitio porque me iba a matar el aburrimiento.

(Anotemos: las emociones toman decisiones, pero necesitan apoyo.)




Cuando ves a alguien muy parecido a ti siendo feliz con algo que te está quitando la energía, es posible que si te falta perspectiva (como a mí) sientas la tentación de pensar que tienes un problema.

Que tu inconformismo te está arruinando la vida,

o que directamente estás “estropeado”.




Una noche, cuando le conté esto a Cristóbal (un compañero de piso algo más mayor que yo) lo primero que hizo fue preguntarme algo.

Y cuando me lo preguntó, vi la enorme diferencia que podía haber entre dos personas que aparentemente tienen la misma vida y buscan las mismas cosas.

Alumbré ese punto ciego.

Cristóbal me dijo:

¿De dónde vienes tú y de dónde viene él?






Y de golpe lo entendí todo.

Tristan venía de un pueblo gris del norte de Francia con 2.000 personas y un bar que estaba en el polígono.

Yo, venía de Berlín, probablemente la ciudad más estimulante de Europa a nivel artístico y cultural, con gente de todos los sitios y bueno, 300 clubs.

Yo vivía en pérdidas.

Tristán vivía en ganancias.




Tu cliente puede estar en un sitio y puede que tú le dejes en otro mejor.

Pero también puede que no quiera que lo hagas.

Quizá viva en ganancias y piense que por moverse 10 cm no merece la pena pagarte a ti.

Pero al que siente que puedes moverlo 1.000 km, pues no puedes dejar de contarle todo ese movimiento, y contárselo muy, muy bien.

Porque por ese movimiento es por lo que pagamos todos.

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