Hubo un tiempo en la vida en la que gastaba una energía enorme pensando en si las cosas que yo quería iban a pasar o no, En el trabajo, con amigos, con esa persona que tenía la sonrisa 4 puntos más bonita que los demás… Ya me entiendes. Ese cliente, ¿está cerca o lejos de construir su proyecto? Los colegas, ¿alquilaremos al final esa casa rural que todos los años «vamos a alquilar» y nunca alquilamos? Esa chica, ¿funcionará si vive lejos? ¿o en realidad vive cerca? ¿Cuándo es cerca y cuándo es lejos? No había fórmula. Y eso que las buscaba. Para dejarlas siempre abiertas, eso sí, pero buscarlas las buscaba. ¿Cómo lo mido? ¿Cerca o lejos? Como todo en esta vida, la vara de medir es siempre demasiado sencilla, y sólo a veces nos deja cara de tontos. “La distancia más larga es la falta de interés” Ya, per… No, es que no hay peros. En un mundo cada día más saturado de opciones, también cada día hay menos “peros” para esto. Los niños siguen midiendo la distancia en kilómetros, pero los viejos o los que se paran a mirar, ya la medimos en interés. Aunque bueno, hay otra posibilidad que yo sea niño o tonto perdido, y esto no tenga sentido, que la distancia con tu cliente, tú la salves de otra manera, y todos los proyectos puedan despegar, aunque hasta a los dueños les den pereza. Pero y si sí tiene sentido, ¿Cómo lo tiene? Mucho más, aquí. |
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