Te doy la bienvenida a una conversación de sordos:
Esa donde dos hablan y ninguno escucha.
Cada día son más habituales.
Y supongo que es malo.
Pero igual no.
El otro día envié un email en una de las listas de correo para las que escribo.
¿El nicho?
Bajar de peso.
Yo siempre pido a mis clientes que me reenvíen todas las respuestas que tengan porque soy una maruja y además debo serlo.
El email hablaba de lo importante que son las pequeñas victorias rápidas en la vida.
Es decir:
1. Empiezas algo nuevo.
2. Ves resultados rápidos.
3. Te motivas y sigues.
Naturaleza humana.
No hay más.
La línea de asunto decía algo así como:
“Si no gano, entonces no juego”
(Quédate un segundo con esto del juego, que sólo salía en la línea de asunto)
Una chica nos escribió:
“Sabes?… Yo también juego a ganarle tiempo a mi vida, batallo contra un cáncer a diario y tengo a mi madre con 87 años que es vuestra consumidora.”
…
Tú me dirás:
“¿Qué tiene que ver la diarrea con el precio de la gasolina?”
Nada.
Es una conversación de sordos.
Pero lo importante no es que sea de sordos: es que sea una conversación.
¿Crees que alguien se siente cómodo de escribir y apreciarte si le mandas tu logo, una foto y un botón de compra ahora?
Si lo crees, pues tienes que creer mejor.
(Te lo digo de buen rollo)
Cada persona tiene una conversación en su cabeza digas tú lo que digas.
Y muchas veces no será la que tú le propongas.
Pero hay algo en lo que sí se puede acertar siempre, y es demostrarles que al otro lado del correo hay una persona y no una Termomix.
Pero esto es como todo:
Habrá gente que lo vea y otros que sigan buscando si esta temporada se lleva el verde menta o qué plantillas son tendencia en Canva.