Consejo de ventas que no tiene sentido que no se pague (pero no se paga)

Estos días tengo entre manos varios guiones y una página de ventas para un curso.

El curso es muy bonito.

Lo digo porque está en el nicho del cuidado a las personas mayores.

Y esas personas, ahora mismo, son casi la última lección de «comunidad» en un mundo donde cada día más ratas egocéntricas creen que son su book de fotos de Instagram.

Pero no me caliento que no es mi nicho. 

El curso que han desarrollado estos chicos tiene muchas estrategias para conectar mejor con las personas mayores aún cuando ellos se van desconectando.

Y te voy a confesar una cosa:

– Yo trabajaré el guión para que la gente se quede un rato más.

– Trabajaré la página de ventas para que más gente pase la tarjeta.

– Trabajaré anuncios para que se paren y miren…

Ya sabes, todo eso.

Si lo hago muy mal, pues no pasará nada.

Pero aunque lo haga bien, muy bien o espectacular, hay un detalle dentro de su producto que una vez retocado, puede generar más ventas que mis textos.

No es broma.

Y lo puede hacer porque calienta las bocas.

Las carteras no,

(Esa ya se calentó antes de entrar al curso)

Las bocas.

Las ganas de recomendar.

Y cuando se calientan las bocas se calientan otras tarjetas.

Eso es así, eso no se vota.

¿Lo mejor y lo peor?

Que es una idea que ocupa un párrafo.

Esta idea se escribe en un párrafo, es verdad.

Pero detectarla no es tan fácil.

Me daría vergüenza cobrársela a un cliente que ya ha confiado en mí.

¿Por qué?

Pues porque aunque me contratan por los textos, mi obligación es poner todas mis neuronas a trabajar para que su negocio funcione como un tiro.

Y la obligación no es moral.

(No soy americano)​​

Lo hago por mi carrera.

Les regalo la idea porque sé que sabrán apreciarla y porque eso me hace mejor profesional.

Te digo esto porque

hay algo más aquí.