Cómo vender despreciando tu producto.

Me he venido a pasar unos días a unos “alojamientos rurales” entre Castellón y Teruel porque la semana que viene empiezo con un proyecto para una casa rural.

No he venido sólo por meterme en el papel, que también.

Me he venido porque cuando tienes algo un tiempo en la cabeza, te apetece más.

Podríamos acabar esto aquí, pero no.

Te cuento un momento muy tonto (pero muy profundo) que tuve el lunes en un bar.




Te sitúo:

Me vine a un pueblo que se llama Olocau del Rey.

Cuando vine, tuve la impresión de que habían 16 casas en todo el pueblo.

No había nadie.

Ni por las calles.

Ni por las rutas.

Ni en ningún sitio.

Nadie.

Vale, igual un tractor, pero por lo demás, nadie.​​


(Nada me había hecho tanta ilusión desde que mis padres me pusieron los Power Rangers para reyes)




Le preguntamos a la mujer que alquilaba esto si se podía comer en algún sitio aquí:

“Tenemos un mesón, y dando gracias”

La verdad, estaba genial.

Solo que el lunes ese mesón cerraba por la noche, y tuvimos que ir a un pueblecito que se llama Cantavieja.

(Que por cierto, tanto si vas con tu pareja, como si vas para escaparte de tu pareja con otra pareja, es muy bonito)

El bar del pueblo estaba abierto.

Subimos.

Allí había 20 o 30 personas, todos parecían de allí.

El camarero vino, nos miró, y casi con apuro nos dijo:

– Somos un bar de cuatro amigos, no tenemos nada de comida.

Nos dio igual.




– Si tienes tinto, dos copas de tinto y unas papas.

– Tengo tinto, pero tampoco os penséis que es nada espectacular, es un vino de aquí de la zona, no tiene mucho más.




Nos dio igual.




Esto que igual te parece muy tonto, pues hay cartas de venta muy importantes que han hecho por diseño (lo que este chico hace de forma natural) y les ha funcionado muy bien.

Si vendes algo y quieres que funcione muy bien, igual en tu caso no se puede decir lo mismo que este camarero.

Pero sí coger ese y otros principios, y usarlo para mejorar resultados:

hay algo más aquí