Tres frases. Se las escuché a un profesor en la facultad de arquitectura hace mucho tiempo y me ha resultado ser más útil que asignaturas enteras. Si a ti te sirven o no, no lo puedo saber. Sólo prometo ser breve. Mira. En 2º de carrera, todos los matriculados sabíamos que todavía nos quedaban 4 o 5 años de convivencia con ese calambre en la cabeza que no te abandona cuando duermes menos de lo que deberías. Eso era así. Llorar no tenía sentido. Entonces cuando tú ves que algo es raro… (Spoiler: lección de ventas) …pues que alguien te reconozca lo jodido que estás te tranquiliza. Un profesor nos dijo un día: “Sabemos que os tenemos bastante peor que a chinos. Lo hacemos a propósito”. Esta no era la frase, esa vino después. Pero claro, esto te hace menos gracia cuando te llegaban historias de cómo los de Valencia sacaban notables entregando edificios “normales”… Un año un hospital, otro un juzgado… Mientras, a nosotros nos pedían cosas que no existían en la realidad: – Una ciudad para aficionados a la sauna gay – Un complejo para adictos a la terapia de grupo – Un erizo que quite la contaminación en Seúl… “A ver, esto es original, pero ¿para qué sirve?”–pensábamos. Y otro día otro profesor, nos dijo algo así: “Si mañana el mundo o la realidad cambia y necesitamos nuevos usos para los edificios, quién ha aprendido a hacer las cosas con recetas no lo puede abordar. Porque las recetas sirven para cosas que han existido, no para las que van a existir. Las que van a existir solo se pueden atacar cuando uno tiene la mente abierta y le han enseñado a pensar.” Luego nos dijo que igual aún no lo entendíamos. Pero que el mundo iba a cambiar muy rápido y muchas veces de aquí hasta la caja de pino. No se equivocó. Una cosa más: Cuando las recetas se repiten las mentes se apagan. Pero si uno las despierta, es muy difícil que los resultados no cambien. Hay algo más aquí |