Cierro lista con un titular precioso que no sirve para mucho.



(Si te fijas, aquí encontrarás 3 cosas importantes para vender un poco más. Si no te fijas, no encontrarás ninguna.)
 
 
Te cuento algo que me habría parecido triste contar antes.
 
No me habría parecido ni serio ni honesto contarlo antes porque era parte interesada.
 
Ahora que ya no lo soy tanto, te digo:
 
 
 
 
Muchos ven el hecho de ser escéptico como algo bueno.
 
Como un signo de inteligencia:
 
 
“Yo es que soy muy escéptico”
 
 
Parece que dicen eso y de golpe son 20 puntos más listos.
 
 
 
 
También está la variante más graciosa:
 
 
“Es que yo no soy el típico comprador”
 
 
Ya, claro.
 
Ni tú ni los otros 26.
 
Sólo me cruzo con gente atípica.
 
Qué suerte tengo.
 
 
 
 
Mira.
 
Ser escéptico está muy bien y a uno le evita muchas cagadas. 
 
Pero todos sabemos que es un arma de doble filo.
 
Porque cuando a uno le evitan la posibilidad de hacer el ridículo, también le quitan la posibilidad de que algo le salga bien.
 
 
¿Y qué pasa?
 
 
Pues como diría el grandísimo Joan Melé, se empadrona en el club de la gente que resopla:
 
 
“Los reconocerás porque cuando se presenta una oportunidad ponen como cara de asco y resoplan diciendo algo así como: Pffff… es que eso no se puede hacer” 
 
 
O la variante del empresario sin empresa que conocemos todos:
 
 
“Si eso fuera posible, todo el mundo…”
 
 
Mira Juanito, es que todo el mundo piensa como tú.
 
Y los que están ganando son los que se quitaron la cera de las orejas, escucharon y pensaron.
 
Luego, cuando los veas ir para arriba, tú protegerás tu inteligencia con gilipolleces como:
 
 
“Es que tuvo suerte”
 
“Es que le ayudaron”
 
“Es que justo él + (aquí Juanito añade una explicación para quedarse a gusto y no pensar que el escéptico-pero-tonto es él)”
 
 
Ya, claro.
 
 
 
 
Como te decía, no cuento esto para convencer a nadie de nada porque hoy cierro la lista.
 
Ya no se me puede contratar.

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