Cantar muy bien, pero sólo en la ducha.



La capacidad que tenemos los seres humanos de hacernos trampas jugando al solitario es tremenda.

Y hoy me ha venido a la mente una conferencia que vi hace años.

Era de un pastor americano, un comunicador fantástico

Hablaba de eso, del auto-sabotaje.

De cómo afecta a lo que decimos y a lo que hacemos o dejamos de hacer.




Por supuesto, todos sabemos que detrás de cada cosa que nos mueve hay un miedo o un deseo.

Eso está claro.

Él hablaba del miedo al fracaso, claro, pero fue otro miedo el que me pareció más interesante.

El pastor decía:


“Al otro lado del miedo al fracaso, se encuentra el miedo al éxito:

Esto es tener miedo de que podamos lograr algo, y luego algún desastre se lo lleve por en medio:

“Lo quiero, pero no quiero todo lo que viene con eso.»

No quiero problemas, 

No quiero desastres,

No quiero presión.

Mejor me quedo aquí abajo”




(El “callado estás más guapo” de toda la vida)



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En esos momentos es cuando la gente pide magias y loterías.

“Me voy a quedar donde estoy cómodo, y voy a pensar que de alguna manera extraordinaria un milagro me va a llevar arriba”




A la gente no le gustaba lo que escuchaba, porque a los de Villabajo les encanta culpar a los de Villarriba y no les puedes quitar eso.

Pero el tipo no paraba, y fue a tocar otro punto sensible:

La educación.


“He visto a gente con muchos estudios, muchos estudios, y fracasando. 

He trabajado con un doctor en economía que lava coches.

Y os digo que la educación no es la única solución.”


La gente le abucheaba pero no se arrugó:


“He visto gente con mucho menos talento que vosotros haciendo mucho más que vosotros”.




Acababa diciendo que muchos preferían tener un talento secreto antes que uno público.

Que era mejor cantar en la ducha porque era más seguro.

“No sea cosa que salga ahí fuera, yo no lo controle y la gente se dé cuenta de que no soy perfecto.”

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