Para ser simples:
La vida es ser un niño, luego un adolescente y luego un adulto.
En teoría es eso.
La venta también tiene etapas y por si no te quieres quedar pegado a alguna y parecer igual de raro que un señor de 60 vestido de rapero te cuento.
(Verás que es un círculo, como todo en la vida)
1. Cuando uno es un niño en ventas cree que a la gente le importa su marca.
Aclaro esto:
La marca puede llevar mucho tiempo, aquí sólo hablo de cómo piensa el que la vende.
No hablo de si la marca lleva 3 o 30 años, de eso no.
Hablo del que la vende.
Entonces lo normal es que empiece a echarse flores y a poner el logo por todos los sitios, con sus VaLoReS De MaRCa.
(A veces con un apartado explícito de “misión y visión” y cosas así, que es como decirle a una tía: “oye, ¿te puedo dar un beso?”…desde fuera se ve tierno, pero baja el morbo a los tobillos)
2. Luego alguien les dice:
“Espabila Miguelín, que no le importas a nadie”
Y a Miguel le sale acné y se dice:
“Oh, beneficios, beneficios, beneficios… “
Y saca la metralleta.
Y tú, yo y el resto del mundo lee cómo Miguel se comunica con su cliente y aunque sólo ves cosas buenas para todo el mundo hay algo que de golpe no apetece de Miguel.
Por entendernos:
Es como ese tío que es muy majo y te encantaría enamorarte de alguien así, pero “falta algo”.
¿Faltan más beneficios?
No, falta otra cosa.
3. Luego uno entiende que mirarse el ombligo es tan malo como no mirárselo.
Y de golpe nos volvemos locos.
La realidad nos ha hecho trampas.
Antes la cagaba por egoísta.
Ahora soy altruista y tampoco es que cambie demasiado.
¿Dónde está la línea?