Esta es la historia de un sábado normal en Suiza.
Es apta para horario infantil.
Es sobre cómo escogió una botella de vino un grupo de gente que de vino solo sabía lo más importante:
Que si te lo bebes te caes mejor.
Por orden, un sábado suizo “bien aprovechado”:
1. El que mejor se organiza del grupo miró una montaña y avisó con 2 semanas de antelación.
Si avisa “solo” 3 días antes es imposible, la gente tiene el Excel lleno de planes
(y tú el cuerpo lleno de ansiedad porque eres español y algo falla en ese planteamiento, pero eso ya otro día.)
2. El sábado madrugas, coges el tren y subes la montaña.
3. Entre que comes y hablas, te descuidas y…
¡Oh!
Son las cinco y media de la tarde.
Suiza cierra a las 6.
Y tienes que comprar el vino corriendo para ir al aperitivo al que te han invitado o va a ser incómodo porque tampoco tienes mucha confianza con la gente de ese piso.
Esa era la situación.
Entramos corriendo en una tienda.
Íbamos Cris, Desi y yo.
Los demás se quedaron fuera.
No sé si entró Raquel, yo estaba mirando al móvil y mi apoyo era sólo presencial.
Las escuché.
– Tía, solo hay tres tintos, ¿cuál compramos?
– No sé tía, ¿este que tiene la etiqueta más bonita o qué?
– Pffff….
– Tía es que _______ es muy top, y si vamos a su casa yo qué sé.
– Tía no tengo ni idea.
– …
– Tía compra el más caro y a tomar por culo.
Unos pensarán que se decidió así por prisa y que era un vino.
Y otros sabrán que hoy no hay tiempo para nada y que quien sepa estirar ese tiempo en internet pues trabaja más o mejor.
o vende más o mejor.
Una de dos.
Para que sea cual sea el caso el negocio golpee más fuerte: