En un mundo en el que estamos todos un poco cansados de escuchar las mismas cosas rebotando de boca en boca y que siempre acaban haciéndonos bostezar, En un mundo en el que todas las canciones suenan en bucle y todo es diferente y lo de siempre al mismo tiempo, pues se agradece cuando alguien mea un poco fuera del tiesto. Aquí Risto Mejide apunta hacia el borde. Afuera no, al borde. Hay excentricidades cutres, pero esta está bien. Está bien porque comenta algo mágico sobre el poder del NO. El “sí” no tiene mucho poder, con el “sí” nadie sabe qué hacer. Pero con el NO, lo sabemos todos. Apreciamos un buen NO. Decía Risto que “la tolerancia está sobrevalorada”. Que si alguien te tolera todo es porque no le importas. Que “llevada al extremo, es la peor clase de indiferencia.” Y que él se dio cuenta de que para hacer felices a los demás, tenía que lograr por todos los medios que le dijeran que no. Por todos. Que si no lo conseguía, ni la otra persona podría conectar con su propio poder, ni él podría conocer los límites de la realidad del otro. (Yo creo que estas dos cosas son muy importantes, pero todos creemos algo y eso no sirve de mucho) Aquí empieza la magia: “Cuando llamaba a un restaurante para ir a cenar, preguntaba primero si tenían mesa para dos. Si el tío me decía que sí, preguntaba si la tenían para cuatro. Si volvía a decirme que sí, la pedía en un reservado. Si el hombre se empeñaba en darme lo que le pedía, le informaba de que llegaríamos muy pero que muy tarde. Cuando el tipo, aun así, persistía en su actitud tolerante, le avisaba de que iríamos con un elefante enano. Y así sucesivamente. En algún momento del proceso, antes o después, el encargado del restaurante pronunciaba la palabra mágica. Y de pronto, todo su mundo y el mío cobraban sentido.” Según Risto, porque el tipo que le cogía el teléfono sentía que había hecho su trabajo de guardián. Y porque él sabía cuál era el límite. Veía las líneas. Y cuando vemos las cosas definidas, no tenemos miedo. No necesitamos repartir amor en forma de falta de tolerancia, como Risto, aunque sea fantástico. Pero si nunca vamos al límite de nuestras posibilidades tratando de que los demás vean el valor de lo que tenemos, nunca sabremos lo que vale en realidad nuestro negocio. No sabemos si nos pararemos en la mesa de 2, de 4 o en el elefante enano. ¿Cómo vamos a saberlo si no afinamos la venta? Es imposible. Pero eso quizá es otra opinión, y tampoco sirve para nada. Mucho más, aquí PD: quizá a veces pensamos que lo que nos hace falta es mejorar el producto y luchamos por bajarle unos céntimos a ver si así somos competitivos, y según qué negocios puede funcionar. Pero también puede que sea más rentable aumentar su valor a ojos de quien lo compra, y así nos olvidamos de hablar de céntimos. |
Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.